lunes, 11 de mayo de 2009

REVISTA "PALABRA NUEVA"

ENTREVISTA A ENRIQUE PINEDA BARNET.

POR HABEY ECHEVARRIA PRADO.

Yo no soy el responsable de esta demora. Te espero… terminó de filmarse el 28 de enero, justamente hicimos un homenaje a Martí terminando ese día la filmación de la película. Y desde el 28 de enero hasta hoy que estamos a 25 de noviembre la película no se ha podido empezar a editar porque, quizá por culpa mía, yo tengo la decisión y la voluntad de editar con el mejor editor que yo entiendo que hay en el ICAIC: Pedro Suárez. Pedro Suárez que es un editor que tiene el concepto del montaje, que además tiene un concepto artístico y filosófico del montaje, que es editor que yo elegí hace más de 7 años, y el me eligió mí. Es decir Pedro Suárez realmente desde hace más de 7 años empezamos a trabajar en el montaje de esta película. Y P. S. en un momento determinado me dijo: vamos a hacer una cooperativa para hacer la película independiente. No pudimos, y después me dijo: vamos a hacer lo que tú quieras sin cobrar. Yo te hago la película sin cobrar. Y así lo propuso a los miembros todos de un equipo, que todos se propusieron hacerlo en esta misma dirección. Por lo tanto si él fue leal a mí durante siete años esperándome, yo soy leal a él la vida entera.

Otras circunstancias en las cuales yo no tengo nada que ver…

Decidí ser carmelita descalzo que era la orden que me parecía ser más humilde. Y, bueno, a los 7 años yo era uno de los 12 apóstoles a los que siempre Reginaldo les lavaba los pies y después salíamos en la procesión del Santo Entierro. Y estuve haciendo el Santo Entierro y los apóstoles durante yo qué sé cuántos años. Hacía ejercicios de voluntad que me han enseñado hasta hoy, como por ejemplo, yo hacía retiros espirituales con San Ignacio de Loyola, y a los 7 años leía a San Ignacio de Loyola. Y leía a San Agustín que son lecturas difíciles. Y las leía, y yo me hacía propósitos para controlar mi voluntad de cosas que todavía hoy me son útiles. Porque yo decía: yo no voy a comer durante un mes lo que más me gusta: platanitos maduros fritos. Y estuve sin comer plátanos maduros fritos no sé qué tiempo. Y resulta que hasta hoy yo no como platanitos maduros fritos porque ya no me gustan. Y así lo hacía con todo. Decía no voy a hablar, no voy a hacer tal, no voy a hacer más cual. Me hacía propósitos.

Para mí toda esa etapa fue muy enriquecedora en términos espirituales, en términos morales, en términos disciplinarios. Y, bueno, luego vino la vida y la vida me dio, pienso yo, me enriqueció en un sentido filosófico, conceptual.

Al principio fueron fenómenos de esos morales, que si me decepcionó tal asunto en la iglesia, pero esos eran otros valores. Fueron valores muy relativos que desaparecieron de la misma forma en que llegaron. Si tal cura se comportó conmigo como no era debido, bien. Yo tuve una catequista que adoraba, una catequista alemana residente en Cuba. Y un día llego a mi iglesia y me siento con mi confesor, y me dice: qué relación tú tienes con esa señora. Yo ninguna. Era una señora muy amorosa. Una señora de setentitantos años. Yo tenía 8 o 9 años. ¿Ella no te ha hecho propuestas, ni una insinuación de carácter sexual, etc.? No jamás en la vida. Bueno es que hay un problema y es que las señoras que vienen a la iglesia murmuran que entre ustedes hay una relación. Y yo no era ningún inocente.

¿Qué edad usted tenía?

Yo tenía 9 años, unos 10 años. Andaba yo por esa edad. Yo no era inocente. Yo nunca he sido inocente. A los 5 años yo no era inocente. A los 5 años yo tenía actividad sexual, definida, con 2 niñas. Y después con 5 o 6 niños que competíamos entre todos a ver quién tenía más. Esas cosas de los niños. Yo era muy abierto y nunca tuve problemas en ese sentido. Nunca me escondía. Me escondía de mi mamá. Cuando mi mamá supo todo lo que yo hacía, ya desde ese momento en adelante yo no tuve más problemas, no tenía más secretos. Pero esta situación de esa catequista y ese sacerdote me asustaron tanto, que me decía cómo es posible que una relación tan pura –que ahora quizá yo la razono mucho más- cómo era posible que algo tan sano tan puro, aquella señora que me enseñó valores que hoy por hoy ninguna catequista en Cuba, te garantizo que no hay una catequista en Cuba que tenga ese nivel teosófico, no lo tiene nadie hoy porque no hay cultura, no hay cultura religiosa. Búscate un muchacho, no de 10, de 12, búscate un muchacho de 15 años que lea a San Ignacio de Loyola, a San Agustín. ¿Entiendes? Que se proponga ser San Tarcisio, y volver a inmolarse por la consagración de la Eucaristía. …….. Eso es un indicio que en nuestra cultura cotidiana no existe. Es más hay un desconocimiento total de eso. Y aquella señora que me enseñaba todo eso que haya sido calumniada hasta ese punto. Yo corrí a donde ella vivía. Vivía en el edificio Govea aquí cerca. Yo corrí y le toqué la puerta, y aquella señora con pánico miraba por la mirilla, y me decía: Vade retro, Satanás, vade retro, Satanás. Porque enloqueció, y 13 años después se suicidó. ¿Tú entiendes? Ser objeto de la manipulación, de la calumnia, de la tergiversación de los sentimientos. Eso a mí… fue mi primera separación brusca de la Iglesia. Ya después vino la razón. En fin, yo no tengo actos de fe, yo no puedo…

El problema es que mi imaginación es muy grande pero ni fe es muy pequeña. Yo puedo imaginar muchísimo. Además yo soy un tipo que disfruto mucho las religiones porque las religiones me enriquecen mucho. No solo espiritualmente sino en mi fantasía, para mi imaginación, etc. Son factores muy enriquecedores, todas. Cada vez que yo descubre un secreto de alguna religión exótica, diferente a la cristiana tradicional, yo me maravillo porque son misterios, y secretos, y rituales que son maravillosos, que yo pienso que son factores que enriquecen a la humanidad.

Quería preguntarle algunas cosas sobre su obra. Estaba fantaseando y me preguntaba cuál lugar espera usted o desea que ocupe su última película Te espero en la eternidad dentro de su filmografía. ¿Qué lugar usted le confiere o quisiera que tuviera una vez que sea terminada?

Nunca me había planteado eso porque yo no jerarquizo mi obra, como no jerarquizo casi nada de mi vida; qué es lo más importante, qué es lo principal. Existe, lo hay, pero por ejemplo, de mis amigos, ¿cómo jerarquizar a mis amigos?, a mis alumnos que son mi adoración, mi primer amor actualmente. No puedo jerarquizarlos porque ahora mismo estoy pensando en hacer mi testamento. ¿Testamento de qué? Porque tengo muy poco que dejar, pero tengo que dejar porque todas estas boberías son cosas a dejar. Y tengo un lío tremendo. ¿A quién le dejo este cuadro, si le gusta tanto este otro? ¿A quién le dejo la casa? La casa, ¿cómo la vamos a dividir? Porque hay casas donde los muchachos necesitan tanto un espacio, tanto una casa. ¿Se pelearán ellos entre sí si yo le dejo una parte de la casa al otro? Tengo conflicto con eso, mucho conflicto con eso. Y eso implica, bueno, los bienes que son una mierda, lo peor que tiene uno son los bienes que tiene. Pero al mismo tiempo cuando uno piensa en repartirlos está jerarquizando. Y me cuesta mucho. Y comprendo a los padres. El sentimiento paterno lo comprendo porque yo los quiero a todos igual. No me puede faltar ninguno. Y me pasa con las películas, me pasa con todo lo que hago. Las quiero tanto que no las puedo jerarquizar.

¿Qué espero con Te espero en la eternidad? Te espero en la eternidad es quizá la primera película de puro pensamiento que no está ligada a ningún hecho ni a ningún personaje histórico, porque todas mis películas… Mi primera película es Giselle, pero Giselle es una película sobre la base de una obra clásica, existente. Por lo tanto están muchísimas cosas porque allí hay muchos elementos de espiritualidad, de búsqueda de sentimientos y de cosas que están ahí. Y yo le meto la dramaturgia a todo, inevitablemente, y el análisis a todo. Después viene David. David fue mi paradigma. Frank País se convirtió en mi paradigma, mi sueño, yo quería ser… Porque además se corresponde con toda esa historia que te hice antes. Entonces, bueno, después me puse a estudiar mucho a Martí. Hice un documental sobre los Versos Sencillos porque yo quería descubrir cuál era el misterio del ojo tan negro del canario amarillo. Y decía: ¿qué coño pasa ahí?, ¿qué es lo que me está queriendo decir? Y me meto a estudiar en qué circunstancias históricas hace Martí los Versos Sencillos, para entenderlos y para expresarlos. Y entiendo aquella Conferencia Panamericana, y todo ese mundo y me doy cuenta que:

Odio la máscara inicio
Del corredor de mi hotel
Me vuelvo al manso bullicio
De mi monte de laurel.

Y me muero de dolor y vergüenza
Y el médico me manda al monte
Y escribí versos.

Es decir, me empiezo a dar cuenta el estado de ánimo, el estado espiritual en el que está ese José Martí que es tan singular, que es un personaje tan especial. Este hombre tiene que haber sufrido terriblemente. Y claro, llegó al ojo tan negro del canario amarillo. Es una esencia. Y después con Mella, y después Con aquella larga noche, con Lidia y Clodomira, y más que con Lidia y Clodomira y los mártires de Regla, porque a mí siempre lo que me interesa son los hombres, los personajes, no tanto las circunstancias históricas. El hecho histórico, etc., es importante pero para mí lo importante es el individuo, el hombre. Y en ese caso de Lidia y Clodomiro a mí lo que me interesó fue la paradoja. Como 4 machos, machos, machos reglanos, los más machos de los machos de los machos son delatados por el más macho de todos ellos que es el macho macho macho que lo delata, que traiciona a sus compañeros, que se raja por cobardía, por miedo. Y dos mujeres, mujeres mujeres, mujercitas vulgares, comunes, etc. Porque Clodomira no es más que una muchacha serrana que casi es un vegetal, visto desde fuera. Y Lidia es una mujer de la ciudad corriente y común. Coño y esas dos mujeres tuvieron las agallas de sufrir todos los martirios y que las metan en el mar en un saco cargado de piedras y no hablan. Mi interés realmente En aquella larga noche está en el delator… Mi personaje, el que me interesa a mí es el delator, el cobarde. Y yo lo veo como protagonista Yo tenía que haber hecho la película al revés. Sobre él. Él es el personaje más importante. ¡Qué sufrimiento tan tremendo tiene que haber tenido ese individuo! Ese sentimiento de la culpa. La culpa conciente. Ese personaje a mí me produce una sensación tremenda y una gran conmiseración al mismo tiempo, ¿no? Le tengo lástima que es el sentimiento horrible que le pueda tener.

Y después En tiempo de amar, por ejemplo, lo que me interesa es cómo circunstancias ajenas al individuo le hacen sacrificar sus cosas más esenciales por algo que, no es que deje de ser esencial (la guerra, la defensa de la patria, todo eso son cosas fundamentales, son cosas esenciales) pero es tremendo que todo eso frene, que sus vidas resulten interrumpidas… ¿Tu viste Tiempo de amar?

Sí, yo la vi. Usted sabe que el actor murió…

Roberto. Sí, como no. Yo tengo la película en punta para cuando vengan las cenizas, porque van a venir las cenizas y las van a echar al mar y eso. Entonces, además yo a Roberto lo quise enormemente. Pero, cómo me preguntaba yo: primero, ¿cuál es el cabrón pecado de ser pequeño burgués, de pertenecer a una familia pequeñoburguesa? ¿Qué mácula tiene? ¿Por qué tienes que ser maculado por eso también? Porque, bueno, todas las discriminaciones son monstruosas. Para mí no hay nada más monstruoso que una discriminación. Pero además esta otra discriminación que parece legalizada: eres un burgués. Porque coño, yo soy un burgués, ¿y qué? Esa gente que también ama, que también siente, que también tiene una vida cotidiana, que toma café con leche por la mañana (si lo tiene), etc. Bueno pues, de repente, ¡muácata!, a ser movilizado por un antojo historicista, monstruoso, que es la Crisis de Octubre. Y es separado del amor. Ese pobre relojero que es cobarde, ¿por qué no?, si todo el mundo tiene derecho a ser cobarde, el tipo es cobarde y se le rajan las piernas, se le aflojan las piernas. ¡Imagínate es cobarde, no sé que…! Y el tipo le salva la vida a todo el mundo y el otro que es cocinero de un hotel y lo que quiere es seguir en su fogón, y el otro lo que quiere es boxear. Es la vida, la cotidianidad del ser humano interrumpida por una guerra absurda, por un invento, un invento absurdo de guerra.

Y bueno, después viene La bella del Alambra. Y La bella del Alambra me permite hacer una analogía. La bella es una imagen analógica de la República. Rachel no es otra cosa que la República que quiso ser hermosa, que quiso ser bella, que quiso ser armónica, que quiso tener el único amor esperado, romántico y hermoso. Y no pudo ser amable. Bertolt Brecht decía: “Nosotros que hemos luchado por un mundo amable, no pudimos ser amables con nosotros mismos. Ustedes, los del futuro, cuando miren hacia atrás, mírennos con benevolencia”. Porque es terrible, terrible, la situación de esta mujer, de esta Rachel y de esta República.

Quiso ser hermosa. Luchó por ser hermosa, por ser bella, por ser buena. Y resultó, al fin y al cabo, una prostituta, una artista vulgar. Por eso yo no quería que las canciones fueran geniales ni bien interpretadas. Así, mediocritas, así. Y en eso terminó. ¿En que terminó? En eso. No fue nada excepcional. Y se prostituyó. Eso es doloroso. Cuando Rachel dice: Hemos vivido en la boca del lobo y nos hemos salvado de milagro…

Eso es inolvidable…

Sí, y bueno, es verdad que nos hemos pasado la vida con el tambor y la cerveza…
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En La bella… yo pude colocar muchas ideas, muchos conceptos. Aunque uno pone ideas y conceptos en toda la obra. Y estamos hablando nada más que en cine. Porque yo estoy haciendo muchas cosas, yo escribo mucho, escribo mucha poesía, escribo muchos cuentos, escribo teatro. Pero, bueno, de lo que estamos hablando es de cine. Y en La bella… yo puedo decir muchas cosas. Inclusive, aún basándome en la novela Canción de Rachel, que es el punto de partida también. Pero uno empieza a asumir cosas como propias, y empieza también a transformar y a modificar.

Pero en esta película ahora, Te espero en la eternidad, que es la primera película que absolutamente es una voluntad creativa muy personal, aún después de haber hecho en Puerto Rico un largo –no estamos hablando de los cortometrajes- que se llama Angelito mío, que tiene mucho que ver con la revista Palabra Nueva, que por cierto, déjame poner el comercial, es una revista que yo admiro mucho, respeto mucho porque tiene un pensamiento propio, y un pensamiento inteligente. Y cuando me encuentro con artículos y trabajos de Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, para mi es un regalo de la vida porque yo lo admiro y lo respeto muchísimo. Ahora con esta película, Te espero en la eternidad, ¿qué pasa?, yo juego diciendo que es una apuesta testaruda frente a una burocracia que en un momento determinado ha tratado de frenar mi realización. Yo hace 18 años que no hago una película con el ICAIC. Y cuando me dieron el Premio Nacional de Cine, dije que era una paradoja. Porque cómo va a recibir el Premio Nacional de Cine ha una persona que hace 18 años que no hace una película en su país. Y era porque no me daba la gana de hacerla con el ICAIC. Por el sencillo hecho de que tenía grandes, de principios, discrepancias y problemas con la dirección administrativa del ICAIC en ese momento. Pues llegada esta nueva circunstancia, llegada esta nueva administración, etc., pues hay ciertas condiciones que yo pedí, que me han sido respetadas. Y, bueno, me he lanzado ha hacer esta película, y aunque tengo todavía muchas discrepancias en la cartera, pero he hecho esta película.

Esta película, imagínate. El tema de ella es el tema más crucial, más tremendo, más trágico de la sociedad cubana, y, en particular, de la familia cubana, que es el asunto de la separación de la familia, para mí ahí hay una carga muy fuerte, muy fuerte. Primero personal, sentimental, familiar, social; abarca mi familia, abarca mis amigos, abarca mi sociedad, abarca mi país, abarca mi patria. Y yo tengo una separación clara entre los conceptos de país, patria, tierra, etc. A mí no degusta que me los confundan, y escríbelo, yo creo que una cosa es patria, país, nación, tierra, en fin. Cada una de esas cosas no me gusta que me las confundan porque hay un momento en que yo puedo estar de acuerdo con una parte de esas cosas y con otra no. Entonces si me las unen todas en ese revoltillo todo se confunde

Entonces, bueno. En Puerto Rico hice esta película Angelito mío, y acepté. Me llamaron para proponérmela. ¿Usted quiere hacer esta película? Sí como no, yo quiero hacer una película. ¿Y en Puerto Rico? Encantado. Además, Puerto Rico es un país que me encanta, y una población que me fascina, y que creo que son uno de los patriotas más grandes que hay en el mundo, justamente por la condición en la que viven. Me llaman y pregunto: ¿cuál es el asunto? Y me dicen: nosotros tenemos ya el cuentecito básico. Bueno, ¿cuál es el cuentecito básico? Y me dicen: bueno, un ángel baja a la tierra a buscar a Dios... ¡Ah!, me encanta el cuentecito básico, pero yo quiero completar el cuentecito básico. Yo quiero que sea: un ángel baja a la tierra a buscar a Dios, que se fue del cielo porque el cielo se estaba corrompiendo. ¿Me dejan hacer esa película? Me dijeron: sí. Bueno, pues ya. Y yo hice esa película Angelito mío que aparentemente es una película para niños y adolescentes; pero que es una película para todo el mundo donde yo he hecho una buena descarga espiritual de estos conceptos, con ese fenómeno de que Dios se fue del cielo porque el cielo se estaba corrompiendo.

¿Qué es el cielo? El cielo es la aspiración, el cielo es el ideal, el cielo es el sueño, el cielo es el nunc plus ultra, el cielo es lo que queremos alcanzar. ¡Ah!, eso se estaba corrompiendo. Entonces, Dios se va del cielo. ¿Quién hizo el cielo? Lo hizo Dios. Si Dios hizo el cielo, y Dios se va del cielo… ¿Y cómo decir eso, digamos, de analogía, de metáfora, para universalizarlo? Por ahí me hice esa pregunta.

Pero en este caso, ya vuelto a Cuba, la cuestión es otra. La tragedia de la familia cubana. ¿Y cuál es la tragedia de la familia cubana? Su división, su separación. Eso es lo más trágico que pasa, no solo en la familia, la familia es la sociedad cubana. Porque una familia puede ser pobre, y eso es un problema. Lo que somos, somos pobres. Puede ser ignorante, lo cual es muy triste. Ser ignorante, realmente, es una reflexión muy martiana, es no ser libre. Pero podemos avanzar, podemos estudiar. Estamos en la demostración real de que la educación, la formación y el estudio se han convertido para nosotros no solo en una meta sino en un montón de lindas realizaciones también.

Pero Martí dice en un exergo: Cuando falta un hermano a la mesa, no hay cena. Por lo tanto, para mí es fundamental la reconstrucción de la familia, la reconciliación de la familia. Un día descubrí, allá en la Iglesia de San Lázaro en El Rincón, en un rinconcito una Virgen que decía Virgen de la Reconciliación. Y me quedé pasmado. Y dije: ¡Ah, pero si existe una Virgen de la Reconciliación , y la reconciliación es algo rezable, es algo pedible, es algo solicitable, porque hay una Virgen para eso. Ella está encargada, es la administradora, la encargada de eso. Yo tengo que hacerle un homenaje a la Virgen de la Reconciliación de alguna manera.

Y entonces fue saliendo esta película, un poco por una terquedad porque un cretino en el ICAIC dijo que el ICAIC no tiene transporte para hacer una película y yo dije, bueno, pues la hago en la esquina. ¿No hay elementos de construcción? Bueno, no importa, la hago en época actual. No que, no puede ser de muchos personajes. Con poquitos personajes la hago. Bueno, pues va a ser entonces una película aburrida. No, no porque el tema no va a ser aburrido que es el tema de la separación de la familia cubana, que es un tema que a todo el mundo le interesa, que ha todo el mundo le toca. Y entonces, ¿qué va a ocurrir con eso? ¿Voy a echarle a unos y a otros? No. En esta familia todo el mundo es bueno. En esta familia no hay villanos. Lo demás son circunstancias que envuelven a uno, a otro. Pero en esta familia, esta que yo trato, todo el mundo es bueno. Esa es mi imagen, esa es mi analogía, esa es mi metáfora.

De alguna manera ya me lo ha respondido, pero quería redondearlo. Algunas personas se interesan por la diferencia que hay en dos etapas en su filmografía. Una etapa anterior a La bella… y una etapa posterior, en tanto los temas históricos y con un carácter político. Y una segunda etapa donde hay más metáforas, a la que más usted se ha referido usted ahora. ¿Qué relación usted percibe entre estas dos etapas?

Bueno, sí. Hay una cosa de principio. Desde el comienzo hasta ahora, lo principal para mí, y eso lo veo muy claro en mi teatro y en mi poesía, lo primero es el hombre, lo principal es el hombre. Sea el carácter de Frank, sea el paradigma de Mella, sea el coraje de Lidia y Clodomira, sea la reflexión martiana. Siempre lo primero es el hombre. Inclusive, mi obra de teatro que fue mención en el Premio Casa de las Américas en el año 62 o 63, El juicio de la Quimbumbia , es una obra que proclama desde ese momento la significación de que lo primero de todo es el hombre. Y que lo que hay que cambiar es el hombre, lo que tiene que cambiar, lo que tiene que darle atención es al hombre, y luego a sus circunstancias, en fin, por supuesto que están perfectamente vinculados unas y otro.

Esto de irse acercando ha sido un proceso que empezó con la fascinación del sueño, del cielo, del ideal. Y hay un momento en que Dios se va del cielo porque el cielo se está corrompiendo, y hay un momento donde uno tiene que tocar tierra, también. Entonces, bueno, hasta ahí.

Hay algo muy importante detrás de todo eso, y es la, insisto mucho últimamente y desde luego, claro, cuando uno se pone viejo la vida te obliga a definir más las cosas, y el principio de todos mis talleres, de todas mis clases, cuando yo llego a un aula lo primero que le digo a todo el mundo es se compran un espejito. A todos mis estudiantes: se compran un espejito para mirarse a los ojos, si pueden, y luego para hacerse preguntas, las más elementales. Lo más importante no es responder, sino preguntar, saber preguntar. Una pregunta profunda es mucho más valiosa que una respuesta fácil. Hágase preguntas y sepa quién es usted. Cuando usted se mire, o se reconcilia con el que está del lado de allá. O trae a aquel para este lado, y se hacen amigos y se relacionan. Entonces, usted dice: soy yo, yo mismo, ¿y qué?; soy de tal manera, y tal manera es la que tengo que asumir, la que tengo que defender, la que tengo que amar y querer. Y que, además, es un principio absolutamente de todas las religiones. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Primero ámate a ti mismo para que seas capaz de amar a tu prójimo, sino estás haciendo una porquería. ¿Qué le estás dando al prójimo si no te quieres? Yo me quiero, yo me respeto, yo me estimo. Y cuando eso me falla me siento muy triste, cuando empiezo a no estimarme, a no quererme, a no valorarme, es cuando me siento muy mal, muy mal.

Y eso va ocurriendo en el proceso de la vida, y digo que llega un momento en el que uno se va del cielo, que es lo que me pasa en este momento. Yo digo: ¡Qué cosa tan rara! ¡Qué paradoja tan extraña! ¿Cómo una persona que quiere ser bueno –es una voluntad, es una determinación ante la vida: yo quiero ser bueno. No solo quiero ser bueno, yo quisiera ser de los mejores. No el mejor, porque nunca me gusta ser solo. No me gusta ser ni el primero ni el más alto. No. Siempre me gusta ser uno de los mejores. Yo quisiera ser de los mejores o de los buenos. Si yo quisiera ser de los buenos, cómo es posible, si yo amo a los demás como a mi mismo, porque me paro en el espejo y me quiero, me acaricio, me apachucho. No tengo a nadie. Estoy solo… estoy solo entre comillas porque tengo una compañía inmensa de todos mis grandísimos amigos, maravillosos, de mis alumnos que son más maravillosos todavía. Yo siento el cariño, el amor de la gente, lo siento. Y yo lo doy.

Entonces, ¡qué cosa tan paradójica! Cómo es posible que siendo un tipo absolutamente amoroso, que creo en el amor, que creo en el gente, que creo en los demás, que creo en el mejoramiento humano –desmoronada la frase, porque las frasecitas consignatarias me molestan horriblemente- creo verdaderamente en el mejoramiento humano, creo en los jóvenes, creo que todos tienen que ser mejores y que han ido siendo mejores. No me digan más que los de ahora no son como los de antes. Son mejores que los de antes, muchísimo mejores, más complicados. A veces me molesta muchísimo la vulgaridad, la grosería, el mundo ese grosero, asere, yo lo detesto, pero aún así son mejores. Piensan más, son más profundos, son más complicados. ¡Ah!, ¿que exigen más? Sí, exigen más, como no, como no van a exigir más si tienen derecho a que el mundo se perfeccione. ¿Cómo es posible que un hombre que cree en todas esas cosas, que ama tanto y que recibe tanto amor, no tenga fe? ¡Qué cosa tan extraña que diga: yo no creo en nada! Eso no es ateísmo. Es un racionalismo extremo, quizá.

Yo necesito reflexionarlo todo, necesito pensarlo todo, yo no le levanto una mano a una consigna a nadie. No acepto consignas de ningún orden. Y amo mi patria, mi país. Amo la tierra, mi país, la nación, la patria. Todo eso lo amo. Lo demás son cosas circunstanciales, banales, más o menos. Cualquier objeto, este objeto, significa la patria. No, eso es un cenicero. A mí eso no me interesa. Mi patria es mi pertenencia, el aire que respiro, el mar, el Malecón, la escalinata de la Universidad , las cuatro palmas del otro lado, el chiquito jugando en la calle. Esa es mi patria. Mi patria son todas esas cosas. Y lo digo en Angelito mío, cuando el angelito baja a la tierra a buscar a Dios y no lo encuentra y se encuentra a un jardinero, y dice, es que me voy muy triste, ya me llaman del cielo y tengo que volver. Y qué hago, cómo voy a volver si no encontré lo que yo venía a buscar a Papá Dios. Y el jardinero le dice: Pero tú no te das cuenta que Papá Dios está en ti, está en todo lo que tú tocas, en todo lo que tú miras, en la sonrisa de tal señora a la que le hiciste un bien, en la felicidad de este, en la honestidad de este niño que fue ladrón y malvado y de repente se vuelve un niño consciente, y se arrepiente de lo que ha hecho, en esa bondad en esa transformación de ese niño tú no te das cuenta que está Dios.

Entonces, a lo mejor es que ando por ahí.

Le agradezco una respuesta tan sincera y tan profunda. Entonces, esta pregunta me la tiene que disculpar porque se la tienen que haber hecho montones de veces. Se la tengo que hacer porque no es para mí ni para usted. Es para los lectores de la revista. La he escrito y se la voy a leer. ¿Qué significación personal tiene para usted La bella del Alambra?

Mira. Son sorpresas, sorpresas de la vida. Yo nunca pensé que La bella del Alambra iba a llegar a ser en lo que se convirtió. Pero además, ocurre con todo. Ahora yo acabo de cumplir 74 años. Mi primera película Giselle, que es una película hecha con película vieja, porque por eso me la dieron, porque estaba vieja y pasada de tiempo en el almacén. Esa película se ha convertido a través de los años en un clásico.

La consideran uno de los fundamentos del video-arte.

Ahora que hablas de eso. Resulta que yo hice un corto de arte en el año 63 que se llama Cosmorama, un corto sencillo de 7 minutos, que fue producto de otra experiencia con la película. El director del ICAIC en ese momento me llama y me dice: Tengo aquí 1000 pies de películas, para que las pruebes y me digas si funciona o no funciona. Y yo llamé a Jorge Aidú, el camarógrafo, y le dije: mira, tenemos 1000 pies de películas. Podemos tirarnos en el Malecón o donde tú quieras… experimentación. Y nos fuimos a casa de Sandú Darié, un pintor que tenía muchas cosas estructurales, interesantes. Y Sandú nos enseñó sus cosas. Le filmamos esto, lo otro, lo de más allá. Como esta sala que está tan llena de tarecos. Filmamos detalles por aquí por allá. Le hice un poema a un objeto que me llevé en la mente, le hago una estructura y le puse música. Y salió un corto: Cosmorama. Se estrenó en el Chaplin. Una semana después se puso en La Rampa y lo guardaron. Se guardó en el año 63.

Este año pasado me llaman un día por teléfono acá. Mire le llamamos del Museo Doña Sofía de Madrid para decirle que su corto Cosmorama nosotros lo hemos considerado como un precursor del movimiento de video-arte contemporáneo, y que queremos que participe en nuestra exposición permanente de arte cinético. Y abrieron un stand. Y aquí está en este catálogo. Miren que catálogo y miren en que orden está. Entonces al cabo de tantos años, cuarentitantos años, resucitó otra vez.

Entonces Soy Cuba. Me obligaron a entrar en Soy Cuba. Alfredo Guevara me destinó para que fuera asesor del grupo de los soviéticos que vinieron a hacer la primera coproducción cubano-soviética, y yo me voy con ellos. Y finalmente ellos decidieron que yo fuera el guionista cubano de la película. Trabajé en el guión de Soy Cuba. Tenía muchísimas cosas que me disgustaban, que yo no quería hacer pero lo hice porque el director de la película lo pedía. La película fue denostada en Cuba de una manera terrible. Y en la Unión Soviética también. Pasaron 40 años, y tuvo que ir Scorsese y Coppola, después que se cayó el muro de Berlin, ir a Moskfilm a pasear, turistas paseantes, y descubrir allí: ¡Ah, Soy Cuba! ¿Y esa película cuál es? No, una película cubana. ¡Cubana! Vamos a verla. La vieron. Se fascinaron. Se la llevaron a Nueva Cork. Se la pusieron a los críticos y determinaron. ¿Quiénes son los críticos de Nueva York para determinar que Soy Cuba está entre las 10 mejores películas de la historia del cine? Pero a santo de qué. ¿Por qué yo tengo que depender de ese criterio? Un criterio que me merece mucho respeto. Pero a mí qué me importa que ellos lo consideren así. Si yo todavía no la considero buena. Y formo parte del equipo que la realizó.

Es decir, esas cosas ocurren. Son cosas exóticas. Pues volví a resucitar. Entonces, uno se pasa el tiempo resucitando a través de esas cosas. Pero, ¡qué triste es! ¡Qué triste es! Porque tú te pones a pensar, sin compararme –la distancia es inmensa- pero el pobre Van Gogh se murió casi de hambre, para que después los cuadros de Van Gogh se estén vendiendo en millones de dólares en la subasta. Caramba, le hubieran dado un platico de sopa al hombre.

Para mí la bella ha sido un regalo, una sorpresa. Quizá yo puse mucha más energía, más creatividad, más pasión, y hasta más amor en cualquier otra película, y sin embargo es La bella… la que ha tenido la gracia, el encanto y el carisma. La bella… sigue gustando en todas partes, donde quiera que yo llego. Inclusive hay anécdotas muy cómicas porque yo llego hace pocos años, llego a Grecia a una semana de cine cubano. La bella… es la que va inaugurar la semana. Yo llevo las latas de la película acabadas de salir del laboratorio, no la habían chequeado, cosa que ocurre con frecuencia también. Y llego a Grecia, y estaba la ministra de cultura, todas las personalidades allí en la semana. Cuando empiezan a proyectar, la película era toda verde. Por algún error la copia había salido toda en verde. Termina la película y yo me estaba muriendo, escondiéndome en el vestíbulo del teatro tratando de no ver a nadie para no tener que responder las preguntas terribles que me iban a hacer. Y viene la ministra de cultura griega y me dice: ¡Felicidades! ¡Qué verde tan hermoso usted ha logrado con esa película! Eso fue una lección.

Ustedes se imaginan hay películas que tienen esa gracia. Y hay películas que tú has hecho con tu vida entera y resulta que nadie las mira. Es como el hijo feo, el patico feo. Y hay la niña esplendorosa, sencillamente. Con la bella ocurre eso. Yo la quiero mucho, y sobre todo quiero mucho a la gente con la que la hice que fueron todos extraordinarios. Yo creo que el toque mágico que tiene es (aunque eso es un poco de convención porque los deportistas que hicieron unos juegos lo hicieron con amor, los químicos que descubrieron un medicamento lo hicieron con amor y toda la gente que declara dice nosotros lo hicimos con amor. Todo lo hacen con amor, y detrás de hay una cantidad de roña, de rivalidades y de intriga. Pero realmente La bella… se hizo toda con mucho amor. La gente… se trabajó todo el tiempo, desde el primer día, desde el primer momento… Y eso fue un acto mágico, de verdad.

Al documentalista Enrique Pineda, ¿lo perdimos o de alguna manera lo tenemos?

No, no, para nada. Es que yo no tengo género preferido. Ahora estoy trabajando, ¿sabes en qué?, en una cronología, ¿qué género tan raro, eh! Estoy haciendo como un rompecabezas. Me encanta el teatro. No tengo energía para meterle al teatro. El teatro es muy esforzado. Me revienta la idea de levantar un circo para que salte un conejo. Me mortifica mucho. Aunque el hecho del arte efímero es muy hermoso, y la comunicación con el espectador.

Yo nací artísticamente en un escenario. En el cine Riviera, con 5 años, haciendo el negrito Mancontíbiri, que después sale en La bella…, por pura casualidad. Eso fue gracias a una señora que me dijo: ¿Tú quieres bailar y…? Sí, yo sí. Me fui allí, canté y bailé, a los cinco años, pintado de negro con una peluquita. Hice el negrito Mancontíbiri que después la vida me devolvió miles y miles de veces. ¿A qué? Aplausos. La cosquilla… que yo la tengo aquí, yo tengo la memoria emotiva de la cosquilla del aplauso aquí. Aplaudían y gritaban, y yo salía, yo era tan cabroncito que yo, me iba en proscenio, me iba por un lado, y yo volvía a pasar con mi farola, y seguía porque el aplauso iba arriba, y yo feliz. Una vanidad horrenda.

Eso lo sentí ya como actor cuando hice Lila, la mariposa, que hice el personaje de Marino, me lo había escrito Rolando Ferrer. La hice en 1953. Pero aún así, yo me di cuenta… había antes tratado de ser cantante. Y canté, y gané. Gané muchísimo cantando “Quiéreme mucho”, gané muchísimo como cancionero. Y gané un premio Hernández Catá de Literatura. Es decir, que me he probado en distintas artes.

Pero el aplauso del teatro es inigualable porque es directo. Tú recibes una crítica, el libro, bueno, Premio Hernández Catá, bueno, un premio enorme en aquel momento… bueno, no me dio una cantidad de emociones. El premio como cantante… La recepción directa del espectador que está ahí, que está vibrando junto contigo, que tú lo sientes. Es como una especie de… Es un coito espiritual, muy raro. Es una aproximación que tú dices: está vibrando. Y tú miras con el rabo del ojo porque el resplandor de los focos que te están iluminando, te ciegan un poco. Pero tú vas viendo esos espectros que están ahí en la sala, y tú sientes que ellos están vibrando contigo, te está dando emoción… Eso es tremendo. Es una comunicación única. Esa sensación es maravillosa, esa del teatro. Y es efímera, es efímera por completo.

Pero Pineda, además de teatrista es escritor, publicista…

Mira, decir es… Ya te digo que yo me compré un espejito. Yo me disparo fuertemente, y me digo, sí, eso mismo, ¿y qué? Decir es escritor, es cantante, es bailarín, todo eso es demasiado pretensioso. Todo eso da un abanico falso, idealizado, arrogante, coqueto. Yo no he sido bailarín, yo no soy bailarín. Me encanta bailar, y hubiera dado una pierna por haber sido un bailarín. Es como el chiste de la momia que pregunta…: ¿Todavía Alicia baila? …

Yo todavía bailo. Voy a casas de amigas a donde voy a bailar. Voy a bailar rumba con la mamá, que tiene 84 años, de Marisela, la compañera que trabaja en protocolo, en el ICAIC. Yo voy a su casa. Antes de ayer fui. Nos tomamos dos traguitos, y ella: vamos a bailar. Y bailamos porque esa vieja baila. Ella baila más que yo, y tiene 84 años. Y le damos hasta abajo. Esa es mi práctica cotidiana. Aquí yo pongo mi musiquita y al lado de la computadora, en lo que la computadora se está encendiendo y eso, yo lo que hago es: así, así, así, así, gua, gua, gua, guaaaaa. Y esta es mi manera de ejercitar y calentar.

Pero yo no bailo. Yo sé lo que es un bailarín. Yo he cantado. Bueno sí, canté. Había un programa en CMQ Radio que era Las voces nuevas. Lo dirigía Emilio Medrano en los años cuarentipico. Canté Quiéreme mucho, al menos la primera semana. Era como Todo el mundo canta, y eso. La selección del mes la gané, la del trimestre la gané, la del semestre la gané, la del año la gané. Me dieron un programita de radio que era Tres canciones para ti. Cuando me di cuenta que mi voz no daba, que mi instrumento no era el adecuado –ojalá hubiera sido un Bola de Nieve, que no importaba por ese genio- pero yo iba a ser un cancionero más, lo dejé. Me empeñé en el teatro. El teatro sí, el teatro sí, el teatro sí. Rolando Ferrer me escribe un personaje para mí: el Marino de Lila, la mariposa. Lo estrené en Las Máscaras, tuvo éxito, muy buena crítica, de prensa y todo. Pero yo me di cuenta que todavía no tenía la creencia que hacía falta en el escenario, hay que creer, y yo todavía no creía, yo me sentía… Estaba anticipándome a Bertolt Brecht. Yo tenía un distanciamiento extraño que yo no me daba cuenta que no… y… Pero bueno me quedé haciendo actuaciones. Todavía, de vez en cuando, hago algo. Si alguien me pide algo yo lo hago encantado de la vida.

Arturito Infante me llamó hace poco y me dijo: ¿Quieres hacer un viejo en un corto que tengo? ¿Tú viste Gozar, comer, partir? Cuando la parejita de jóvenes están templando en la habitación, hay un viejo. Pero yo le dije a Arturo, porque yo siempre he sido de decir cosas, sí pero mira, mientras ellos están haciendo eso yo me estoy quitando las medallas. Yo tenía el pecho lleno de medallas… Son placeres, malacrianzas.

Yo me hice locutor con diploma. Y, bueno, lo que sí me interesó y todavía me interesa mucho es escribir. El teatro es de una laboriosidad muy particular, que me cuesta trabajo pero lo hice. Pero no me acaba de salir. Y tuve una mención Casa de las Américas. Y en la poesía nunca ha salido algo que… He publicado cosas. Y eso no quiere decir que los demás lo están haciendo mejor. Es que no me gusta ni lo que hacen los demás ni lo que hago yo. Muy pocos poetas me tocan así: Coño, ahí hay un poeta. Y estoy tratando desde 1951 estoy tratando de escribir una novela. Una novela que se llama Se anda buscando a un hombre llamado Máximo, si lo ve pídale, por favor, no desaparecer. Esa novela existe ahí trabajada y todavía, todavía de vez en cuando me siento y la trabajo. No sé si algún día saldrá o no. Es una necesidad.

Sería muy pretensioso decir, yo soy un escritor. Yo no soy un escritor. Yo soy un tipo que cada vez que puede escribe algo. Que en un momento determinado tuvo un acierto, ¡ah, perfecto! ¿Me dieron un premio Hernández Catá? Bueno, en esos momentos me busqué más enemigos que amigos porque Guillermo Cabrera Infante me cogió un odio mortal a partir de ese momento porque no ganó el premio ese año y lo gané yo. Sin embargo, la vida ha demostrado que el tenía más talento que yo. Es decir que tampoco uno se puede engreír en ese sentido.

¿Cineasta? Yo, francamente, no sé. Yo soy cineasta por casualidad. Caí ahí porque fui publicitario, hice mucha publicidad. Tenía experiencia técnica de la publicidad. Hice muy buenos anuncios, muy buenos anuncios del jabón Camay, lindísimos anuncios, medalla de oro de la Sociedad de Anunciantes de Cuba.

Hay algo que descubrí en mi vida que yo no sabía que yo era. Descubrí que yo era maestro. Chico lo único que yo hago bien en mi vida es que soy buen maestro. Eso es lo único que yo hago bien. Lo descubrí tardíamente. Fui profesor porque me lo exigieron en la escuela de publicidad. Di clases de redacción de textos comerciales. Una experiencia. Ahí está. No sé nada. Peor después me fui a la Sierra Maestra de maestro voluntario. Pasé hambre, dormí en el suelo, dormí en hamaca, dormí al borde de un río, tomé agua de charco, en fin todas esas porquerías para un niñito del Vedado, un niñito fisto del Vedado. En aquella época eso era otra cosa. Y sentí que yo era importante, que yo era útil. Y aquellos niños, aquellos campesinos de la Sierra para mí eran la gloria. Pasó el tiempo.

Bueno, me sacaron de allí porque había que cubrir otras necesidades. Me mandaron a administrar ingenios. Imagínate yo administrando ingenios. ¡Qué cosa horrenda! Y de administrar ingenios me mandaron al cuerpo diplomático. Tampoco me gusta. Me fui al ICAIC a pedir asilo. Sáquenme del cuerpo diplomático. Para mi fue la peor experiencia de mi vida. Y, bueno, yo podía haber sido cineasta desde antes, porque era amigo de Julio, de Alfredo, de Titón, de todos. Caí allí, y si caí allí tenía que hacer lo que hacían allí. Hice películas. Me gusta muchísimo hacer políticas. Me da placer, yo lo disfruto. Se confunde con todo lo demás. Yo puedo empezar a cantar mientras estoy filmando mientras, y de pronto quisiera bailar si fuera Fred Aistaire, y bailaría Singing in the rain, encantado de la vida mientras filmaba, y al mismo tiempo escribía un poema. Lo único que nunca he podido es pintar un cuadro, coger un instrumento, ¡qué envidia! Porque en definitiva de lo que uno tiene ganas es de hacer, de ser artista, de crear cualquier cosa. Y todo eso me hace feliz. El momento de la creación me hace muy feliz.

Pero lo que yo sí me siento y compruebo al momento, es que yo soy maestro, porque yo tengo una relación con el alumno, cualquiera que sea, desde los niñitos. Ahora en la Villa Panamericana , la médico de la Villa fue alumnita mía de la Sierra Maestra desde chiquitica, la hermana que es enfermera de la Villa Panamericana era alumnita mía, la maestra de la Villa Panamericana fue alumnita mía, el jefe de la policía de Cojimar era alumnito mío, era un chiquitico así, descalcito, de los niños mío de la Sierra. Pero lo más grande de todo eso es que el hijo de una de ellas es hoy el abogado que hace mis actividades legales. Eso sí me da un orgullo. Me da una satisfacción interior, y digo: es que yo era maestro. Yo soy maestro. Me siento maestro en esa comunicación con los muchachos, ese amor, esa relación, los entiendo a todos, me entiende a mí. Soy receptivo, ellos me reciben muy bien también. Allí se establece una comunicación muy linda.

Y es profesor titular del ISA, en la Facultad de Medios

Sí, en la facultad de Medios y en la de Danza. Sí, porque en Danza fundé la cátedra de danza, dándoles actuación.

En cualquier caso se percibe una relación estrecha con la juventud, no solo con la juventud de los jóvenes sino con su propia juventud interior. Pero hay un hecho interesante reciente que es la donación que hizo de sus derechos de autor de Te espero en la eternidad al Movimiento Nacional de Video de Cuba. ¿Qué lo motivó a hacer eso?

Al Movimiento de los jóvenes.

¿Hay dos Movimientos?

No el Movimiento Nacional de Video tiene una sección que le esbocé para no dársela a todos los zangandongos. A la gente del cine joven le doné los derechos…

¿Y qué le motivó a hacerlo?

Bueno, mira, es que hay una realidad. Explicar esto en este país y en estas circunstancias es muy difícil porque suscita en algunas gentes una suspicacia, en otra gente un temor, en otra gente algo que no comprenden.

Yo estoy jubilado hace 12 años más o menos. Tengo una jubilación común, 500 pesos, una jubilación alta, comparativamente. Cuando triunfó la revolución que yo era publicitario yo ganaba 1200 pesos, que en aquel momento era un dineral cambiado por botellas. Sí, tenía otras circunstancias de vida. Tenía muchas cosas. Ahora no tengo. Tengo estas: una casa que es un apartamento agradable, un carro que es una mierda y ya no lo uso porque choqué y ya yo decidí que no lo manejo más porque eso lo hago muy mal. Entonces, alguien me lo maneja, me lleva, me trae o no me trae, o cojo a pie. Encantado de la vida. El lío no es ese. Yo no necesito…

Mis hermanos viven en los Estados Unidos, mis hermanos son profesionales, y tienen una buena posición económica

Háblenos del valor que le concede a la familia.

Es muy curioso porque también es muy contradictoria. Yo siempre he vivido muy alejado de la familia. Cuando digo de la familia, primero la familia de mi padre prácticamente no la conocí. Mis padres se divorciaron siendo yo muy niño, y el ala de mi padre nunca me cubrió. Es muy cómico porque después de viejo y después de muerto mi padre, años, han ido apareciendo parientes de mi padre y me han simpatizado.

La familia de mi madre, pues, no ha habido nada demasiado cálido, demasiado acogedor. He tenido unos tíos amables pero no ha pasado de allí. No ha habido nada entrañable. El hermano de mi madre, mi tío Miguel Ángel, si era un tío muy querido, cerca, en fin, pero tampoco era sustitución del padre. Nunca hubo nada de eso.

Mi familia inmediata, en la conviví, era mi madre, mi padrastro y mis tres hermanos que nacieron de mi madre y mi padrastro. Mi padrastro y yo no tuvimos una buena relación. Sin embargo, los hermanos que me nacieron, dos hembras y un varón, eran lo más querido de la vida, lo más entrañable de mi vida. Y mi madre tiene para mí tiene una altísima significación. Mis hermanos se fueron de Cuba en el año 59, lo cual me dio un desgarramiento, un dolor terrible. Luego toda esta circunstancia de separación de la familia cubana a mí me ha estado lastimando, hiriendo constantemente. Ese desgarramiento de que no se podía decir que tú tenías familia en el extranjero. Yo lo dije siempre. Por eso nunca he sido militante de nada. Si preguntaron si le escribía a mi familia, y aunque en aquel momento no nos escribíamos de verdad, yo dije que sí, que yo le escribía a mi familia. Y nunca renuncié a ellos. A pesar de que habían esa división por la presencia de mi padrastro. Volví a ver a mis hermanos veintinosecuantos años después. Si ellos se fueron en el 59, yo volví a verlos en el 89. Fue como si hubiera sido ayer. Conocí a mis sobrinos adultos, como si hubieran nacido en mis brazos.

Yo tengo un sentimiento muy profundo, muy extraño del concepto de familia, muy enraizado, y yo creo que lo que dice Martí es absolutamente cierto: cuando hay un hermano que falta en la mesa, no hay cena, no hay fiesta, no hay júbilo, no hay felicidad. En la vida práctica una familia puede ser bien llevada o no, frecuentada o no, pero está. Porque además mi familia puede ser mis vecinos, mis amigos, eso forma parte de la mesa familiar. Para mí, mi familia ahora son mis alumnos. Ellos son mis hijos, son a quienes cuido y quienes me cuidan. A quienes amo y quienes me aman, por quienes me preocupo y quienes se preocupan por mí. Esa es mi familia, mi concepto de familia….

Porque, además, a veces la familia te la impuso la vida. Bueno, la familia la eliges tú también. Tú te tienes que hacer tu nueva familia. Yo sé que eso tiende a diluir el concepto de familia en el hogar. Para mí ese concepto de familia es muy codiciado. Quizá la amo tanto porque nunca la tuve del todo. Hay un momento en la película, en Te espero…, en que la madre se aproxima a una ventana, mira alrededor y dice: Saben, me acabo de dar cuenta de una cosa, que jamás habíamos estado todos juntos. La hija le responde: Siempre estamos todos juntos, mamá. Las dos cosas son verdad. Pero realmente lo que es hermoso, lo que es cálido, es esa mesa… Yo recuerdo algún instante en mi vida, pero muy atrás, siendo mis hermanos bastante jóvenes, bastante pequeños, donde vi la mesa completa. Y aquella sensación de mesa completa, de mesa llena, donde están todos es una sensación de abrigo, una sensación de nido, de amor que es irrepetible, que es irreconstruíble.

¿Y el lugar de la madre en esa familia?

Bueno, también otra paradoja porque en esta película yo presento a la madre como madre y matriarcado. Mi madre para mi es lo más tremendo, lo más grande, lo más hermoso que he tenido en mi vida. Mi madre además murió de 94 años. Amiga mía, confidente mía, mi compañera de baile…

Recuerdo, siendo estudiante, verlo a usted con su mamá entrando a los teatros…

Siempre conmigo a todas partes. Viajó conmigo el mundo entero. Era amiga de mis amigos. Mis amigos la extrañan. Muchos han dejado de venir aquí después que ella murió, porque la añoran. No entienden la casa sin ella.

Yo sí porque ya tengo otros conceptos de vida, etc. No siento la soledad, amo la soledad, no creo en los espíritus, no creo en los fantasmas, no tengo miedo a nada. Pues imagínate, es muy raro. Yo hablo con ella porque la tengo al lado siempre. Hablo con ella pensando si en algún lugar estuvieras y me escuchas… Si no con pensar basta porque tú me lees el pensamiento.

Entonces, al mismo tiempo, desde el punto de vista social el papel de la madre en la cultura y en la familia cubana es un papel matriarcal que también, a veces, tengo que criticar. Esto es una herencia de la Madre Patria , España, que es muy matriarcal. Y es esa madre dominante, abarcadora, manipuladora. Nuestras madres son así. Bueno, yo la amo, pero también es así. Nada es acrítico, y yo no puedo ser acrítico. Lo lamento. No puedo dejar de pensar. Tengo que pensar y tengo que analizarlo todo.

Hay momentos en los que uno tiene que hacer un poco como dice una loquita que creo que hay en Yerma, de García Lorca que dice: Yo no sé, yo me acuesto bocarriba y me pongo a cantar. A veces hay que hacer eso. Dejarse llevar para no analizar, para no pensar, que es la entrega. Hay que entregarse. Yo siempre digo que es tan hermoso poder dormir con alguien, de espaldas a alguien, sabiendo que nunca vas a despertar apuñaleado, teniendo esa confianza, esa seguridad del amor, de la lealtad que es mayor que la fidelidad, que es más fuerte que la fidelidad carnal o física. Realmente estoy hablando de un sentimiento pocas veces realizado, de una familia que sueño, que evoco, de una familia que es como un perfume que se evapora.

¿Qué opinión le merece la producción cinematográfica cubana actual?

Yo estoy viendo surgir una generación nueva muy interesante, muy inquietante, que tiene otros parámetros completamente diferentes a los de mi generación, e inclusive a los de generaciones sucesivas. Por ejemplo, lo veo en películas como Utopía. Y cito a Arturo Infante porque es del que más he visto su producción y además es muy fecundo. Veo estos cuentos de Gozar, comer, partir. Siento una actitud. Veo también los documentales: De generación, el documental de esta muchachita tan interesante sobre la vivienda, todos los documentales de Carlos Barba que son otra cosa muy amorosa, excelente. Y veo una capacidad crítica que es la que me gusta mucho, mucho. ¡Qué ironía! ¡Qué nivel de ironía! Cuando yo veo las cosas de Arturo, digo: pero cómo lograste esta ironía tan rica. Es como una actitud muy sabia. Es como un anciano que lo ve todo desde arriba y se da el lujo de ser irónico, de ser cínico inclusive en un momento determinado. Pero yo pienso que es un cinismo sano porque es un cinismo crítico. No podemos asociar siempre el cinismo con algo malvado. Es una manera como la de Virgilio Piñera, una aguja, un estilete ahí metido, criticando; esa agudeza de Borges. Es la sabiduría, es la cultura. Como no lo van a hacer. Son más altos, son más altos, saben más. Y ya despeinado el mundo del dulce sueño y la bondad blandita. La bondad no puede ser blandita.

Esta última pregunta es para mí. Y aunque espero incluirla en la entrevista, pero es la pregunta que yo siempre quise hacerle a Pineda Barnet. Yo quisiera que usted me hablara de su amor por el teatro. Cuando digo teatro me refiero al arte escénico: por Giselle, por lo que tiene grabado de Charenton, de Buendía, por La bella del Alambra, que es el homenaje al teatro cubano más hermoso que yo conozco, etc. Esa relación de Pineda con el teatro, esa integración de lenguajes pudiéramos decir que recorre su obra.

Yo no sé. Es como… Yo tengo una obrita, mira dónde me lleva, yo tengo una obrita que se llama Breakfast, que es muy experimental. No es para ser representada, es para ser leída por los actores y fingida.

Eso se está haciendo mucho ahora en jornadas de teatro leído…

Ah, bueno. Esta obrita es vieja. Yo la escribí en Puerto Rico en el año 91, 92, por ahí. Entonces en Breakfast sale algo que yo les explico a los actores. Les digo: Mira, hay un instante muy difícil. El pie en el zapato, el pie debajo de la ducha. Es el actor que está ante su personaje. Y es un instante tan difícil, tan trágico en sí mismo, que es entro, no entro, salgo, entro, entrar, entrar, entrar… Esto implica… Es que me doy de tal manera, que me asusto. ¿Entiendes? Es una sensación tan… es coital. No puedo evitarlo. Es eso. Es entregarse, es desdoblarse. No es desdoblarse es virarse al revés como una media que tú la coges así y la viras al revés. Es como liberarse. Es entrar en otra dimensión. ¿No sé si eso tiene que ver con lo que estás preguntando…?

Sí para mí esta muy claro…

Y yo estoy jugando en la obra con eso todo el tiempo. Los actores están haciendo eso todo el tiempo. Entran, salen, entran, salen de sus personajes. Tienen miedo. Tienen miedo darse, tienen miedo entregarse, tienen miedo meterse.

Breakfast se titula.

Se titula Breakfast porque es una jodedera. Estoy jugando con Antes del desayuno, de O´Neall. Y entonces es un doble monólogo. Es el monólogo de ella y es el monólogo de él. Y el escenario está dividido en dos partes. El mundo de ella. Ella está haciendo un programa de televisión, en su habitación. Tiene una cámara de televisión delante, mientras está usando todo tipo de equipos domésticos. Está prendiendo el microwave, la lavadora, moviendo todo, la batidora, y posando sentada en una banqueta de bar. Muy incómoda para ella porque está con unos zapatos largos. Ella entra desnuda al escenario, y entonces se pone sus zapatos rojos de tacón grande, y se sienta en cueros… y se pone la ropa. Y todo ese juego del invento de la ficción. De cómo ella está construyendo su vida sobre una gran mentira. Y el tipo está al otro lado. Ella quiere invadir el espacio de él. Él quiere ir al espacio de ella. Y los dos están buscando todo el tiempo cómo comunicarse. Ella haciendo sus cosas, en su mundo mecánico, etc. Él metido en un mundo muy esotérico, muy profundo de él, nebuloso, etc. Los dos están tratando de empatar. Cada vez que él hace esto, ella retrocede, cuando ella lo hace, retrocede él. Hasta que al final la obra termina en un momento en que los dos hacen esto sin encontrarse. Eso me lo dio una imagen de Giselle. El adagio de Giselle, cuando ellos hacen ¡pa!, y se van.

¿No le interesaría verla hecha de esa manera, leída?

La hicimos en la Universidad de Puerto Rico. Aquí no se me ocurre… Pudiera ser, me gustaría.

En unas de esas jornadas de teatro leído…

Sí, me gustaría. Lo que pasa es que es despertar a los burócratas, no ya de cine. Que ya conozco las caras de los hijos de puta, yo sé cómo se llaman, cómo se esquivan o cómo se insultan, en fin. Yo les tiro las puertas a algunos, personajes abominables, pero yo los conozco. Pero, ¿ahora vienen los del teatro? Que no los conozco bien, que los conozco por fuera nada más.

Dígame, ¿cuántas obras de teatro ha escrito?

No, muy pocas. Mi primera obrita se llamó Camula, fíjate fue histórica también. La escribí en el Instituto. Es la historia de esta mujer, Candelaria Acosta, que era una mulata hija de esclavos, muy bella, que fue amante de Carlos Manuel de Céspedes. Ella fue la que tejió la bandera de Céspedes. Esa yo la hice cuando estaba estudiando el bachillerato. Y luego hice cosas pequeñas, muy experimentales. Hice El juicio de la quimbumbia, que es una obra bastante seria, una obra larga, de casi dos horas o dos horas y media de duración. Y luego otras cosas pequeñas. Y luego hice First, que es un monólogo, hice Breakfast. Cositas así muy puntuales. Pero así, realmente, considerarlo mi obra, esas cuatro. Es demasiado poco como para determinarlo como teatro.


junio 12, 2008

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