domingo, 10 de mayo de 2009

Dick Tracy, Judas y Pilatos

Mi amiga Juana vale un Potosí, hablas con ella y te crees dueño del universo, te pones inteligente, rejuveneces hasta la adolescencia y para completar una labor pedagógica te pone una tarea de compromiso.

Yo le contaba que en mi infancia sin muñequitos –no porque no los tenía sino porque no me gustaban-, sufría un apego vicioso al personaje de Dick Tracy, era un algo enfermizo, algo como una desviación sexual, lo que hoy se llama una “preferencia”.
No hay que hacerse ilusiones, no es por ahí que va mi historia –aunque no sería capaz de ocultar otras preferencias-. Mi apego icónico, mi cosificación seductora, radicaba en el relojito de Dick. Era aquel relojito de pulsera mediante el cual Mr Tracy podía comunicarse con sus agentes. Envidia, curiosidad, admiración por la experiencia de la quiebra del espacio, por la violentación del tiempo y la distancia. Ni Da VIncí, Verne, Salgari, - únicamente después me deslumbré con Orwel y hasta con Bradbury. Pero yo tenía siete años y siempre soñé en volar de alguna manera, igual que el personaje de Andrei Rubliev de Tarcovski.

Apenas pocos años después, vi surgir la televisión, llegué a trabajar en ella –la radio me había precedido pero uno no percibe esos errores de la naturaleza -. Y llegué a soportar la Era Atómica y llegar hasta la Informática con Ciber-Todo y tomarme el atrevimiento de andar en esta computadora, computer, ordenador…

Tengo otra amiga, que no es Juana, que desde muy lejos y con amor persistente, me escribe aun con pluma de ganso y dice que ella no soporta hablar con aparatos y mucho menos tocar estos teclados digitales. Ella se lo pierde, me es imposible tomar en mis manos ni siquiera la pluma de fuente, y aquella Parker 51 con cabo de oro, me parece un hallazgo arqueológico.

El asunto es que, estando en mi querido Puerto Rico, me invitaron a dar una conferencia sobre Los Retos Tecnológicos del siglo XXI. ¡Qué sé yo de tecnología! Para mí es un reto poderle dar una vuelta a la tuerca. Pero la Conferencia me valía Currículum y la pagaban bien –uno nunca está totalmente exento de algún grado de prostitución-. Y les hice el cuentecito de Dick Tracy.

Ese día yo había amanecido di fónico y una alumna actriz me llamó por teléfono para recomendarme que masticara clavos de olor. Los mordía y me remordía en el taxi hacia el Centro de Convenciones, mientras intentaba organizar un discurso de aquella magnitud para especialistas e industriales de los Medios.

Lo primero que les recomendé fue reciclar sus equipos en desuso e irlos introduciendo completamente gratis en los países del IV Mundo que aun desconoce la máquina de coser Singer y las ollas Presto. De esta manera hacen una labor social humanitaria y van creando LA NECESIDAD, que es una valiosa creación. Pero este discurso me resultaba insuficiente y demasiado breve para exponer salvo el riesgo de repetirme y crear el consabido aburrimiento.

Pero, Ah, Dios, Idea, Alumbramiento que mi amiga Juana me concede admirable. “Señores, si mi soñado e imposible relojito de Dick Tracy ha sido superado con creces en esta Era Digital…qué no será posible dentro de menos de cincuenta años , que quizás alcancen a ver. Por ejemplo: este acontecimiento que está ocurriendo hoy, en este mismo instante, en este preciso lugar y hora…ESTA SIENDO FILMADO, sí, sin cámaras, ya no se llamarán cámaras, están aquí, sobre nuestras cabezas, o bajo ellas mismas, o dentro de ellas ¿quién sabe?. Cámaras innombrables, cámaras imposibles, invisibles, ocultas dentro de los átomos –no, ya no será dentro de los átomos-, en la energía que flota en todas las cosas, en el aire…está esas cámaras, esos ojos que registran El Todo, cuanto ocurre, más que el ojo mismo de Dios, son dioses terrenales, aéreos, flotantes, que lo están registrando todo, todo el tiempo, y que vienen haciéndolo desde el momento mismo del comienzo de la existencia, nos precedieron, desde el momento aquel errático de la manzana, la serpiente y la hoja de parra.

Y llegará el momento –ah, me sentía precursor, Verne, Vencí, Vencedor- llegará el momento en que con un simple aparatito –no se llamará aparatito, será absolutamente digital, pero se activará con la sola energía de mirar un primer botón -¿botón?- que situará la fecha actual : año, mes, día, la hora exacta. Radio-Reloj da la hora. Y ahora proyectar nuestra energía ocular sobre el segundo “botoncito”: Lugar. Continente, país, -ojo que estará muy subdividido o muy globalizado el mundo, pero se regirá por la regionalizad en que ocurre la fecha de los sucesos a indagar: anterior a la edad Media , Bien, antes o después de la Edad Media , país, ciudad, dirección exacta, habitáculo en cuestión. Y AHÍ, NOSOTROS, en este sitio, diciendo estas cosas. –Aprovechemos para enviarle un saludo a los amigos de la Posteridad, como el sabio Bertold Bretch: “Grandes Hermanos, ustedes, que nos miran desde el futuro, miradnos con benevolencia, queríamos hacer un mundo amable pero no pudimos ser amables con nosotros mismos-.”

-Pero estás negando la Historia.-me advierte mi Juana de Arco, mi Juana amiga que acaba de incendiarse, arde en llamas.

Es cierto, con esa maquinita, ese aparatito nos mostraría LA VERDAD OBJETIVA, La Verdad visible –la invisible requerirá de otro aparatito-. Pero lo cierto será que sabremos de verdad en qué Waterloo estuvo Napoleón, quién le cortó la cabeza a Maria Antonieta, cuáles fueron las verdaderas torturas del Marqués de Sade, si en verdad Carlota asesinó a Marat…y más atrás, cuál de los apóstoles fue quien verdaderamente traicionó a jesús, porque la historia la escribió algún sobreviviente. Siempre la Historia la escribe el vencedor. Y siempre hay un Héroe, un Villano y una Víctima. Ya lo dijo el sabio Kurosawa: la verdad solo la tiene Shan-Li-Pó.

Ante tan drástico panorama futurista, donde las leyes, los dogmas y el universo, se tambalean, le prometí a mi amiga Juana la Loca, a quien preferiré ver morir en su Locura de Amor, antes que presenciando semejante catástrofe. Y, en busca del plagio perdido, divulgo estas angustias, este virus fatal, porque no hay remedio mejor que IGNORAR.

¡Abajo Dick Tracy y su reloj maldito!

Enrique Pineda Barnet
Mayo 10 del 2005
A mi amigo, el genial Jose Luis Fariñas, que confunde sus imaginerías en el cornucopio del tiempo .

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