Por Esther Lilian González de la Fuente
Primero tras una cámara, luego supervisando la filmación desde un
monitor, y por último corrigiendo cada detalle en el proceso de posproducción,
estuvo RAUL RODRIGUEZ CABRERA, Director de fotografía de VERDE VERDE.
En varios trabajos
de Enrique
Pineda Barnet, Raúl ha
estado presente; por tal motivo les une una fuerte relación de trabajo.
Inmediatamente después de conocer el argumento, comenzó a tener una imagen de
la película, que se fue consolidando en la búsqueda de las locaciones. La
primera fue el bar ‘El Palermo’, en Centro Habana; a su juicio, “un lugar
ideal”… pero la mayor demora fue el apartamento, porque al inicio presentó
problemas para el sonido y casi termina descartado.
“A mí me encantó el lugar desde el primer momento, me pareció que no podía ser otro. Las dificultades empezaron porque el sonido ambiente influía mucho en la banda sonora, y se intentó –peligrosamente- a descartar el lugar. Pero según mi experiencia de más de 30 largometrajes, cuando veo una locación que me parece ideal trato de defenderla. Y en este caso también Enrique estaba convencido”.
“En el momento que nosotros vimos la locación por primera vez, no
tenía nada que ver con lo que después apareció en la película; aunque ya nos
imaginábamos cómo quedaría el espacio, cómo colocaríamos todos los elementos
escenográficos para el trabajo de los actores. Teníamos una idea sobre cuál
sería su atmósfera finalmente”.
“Junto con Pineda
Barnet y Pablo Massip, quien realizó la cámara de la película, se comenzó a
convertir el guión literario en un guión técnico, pensando siempre en las
necesidades de la historia, y tratando de ubicar a los actores y los objetos en
el plano. Se analizó también la parte del bar, y ahí se prestó especial
atención al actor.
“Comencé a pensar
cómo tenía que ser la luz para esos lugares, y las ventajas y desventajas para
iluminar. Cuando empezamos la película -para el bar- asumí una iluminación muy
reducida, traté de que la luz no fuera tan artificial que te encuentras por lo
general en las películas; para eso creé una atmósfera lumínica que fuera
totalizadora”.
“Durante la filmación empecé a
ver dónde podían ir las fuentes de luz. Por ejemplo, cómo trabajar con utilería
para que los elementos del bar fueran creíbles; y así, sobre la marcha
fuimos encontrando el carácter del lugar”.
Con respecto al
trabajo con la cámara, Raúl nos cuenta: “Empezamos a trabajar con dos cámaras
pero después consideramos que con una era suficiente. Uno de los acuerdos a los
que llegué con Enrique en cuanto a la estética fotográfica de la película, era
que se hiciera toda con cámara en mano”.
“Eso fue para nosotros como un
principio. A Enrique, nada más que se lo planteé, le pareció a tono con la idea
que él tenía. Creo que la película no podía tener rigidez, sino que debía ser
muy suelta, donde los actores se movieran para cualquier lugar y la cámara los
siguiera”.
Durante la filmación
en el bar todo estuvo iluminado; es decir, para cada toma no se creaba una
iluminación nueva, sino que la cámara se movía para cualquier parte sin
necesidad de cambiar lámparas. Eso requirió un trabajo previo para evitar que
se viera algún cable, micrófono, elementos que siempre hay que cuidar. “Era
difícil para mí -que estaba viendo el monitor- y para el operador de cámara -que
se movía jugando con la intuición y las instrucciones del director-; aunque yo
también tenía una gran tranquilidad, porque Massip es un excelente Director de
fotografía también…”
“El hecho de tener
muy buenos actores, y muy buenos figurantes; y de contar con una utilería
precisa para reflejar ese ambiente, la secuencia del bar fue muy rápida y salió
sin muchos contratiempos…”
“Después filmamos los
elevadores, que son los elementos que unen una secuencia con otra. Los filmamos
en distintos lugares, y eso nos costó trabajo, porque no es fácil filmar un
elevador desde arriba, ni adentro porque por lo general son muy pequeños”.
“El laberinto fue la
secuencia más difícil, porque hubo prácticamente que fabricarla en medio del
muelle y buscar rincones para filmar. Esa secuencia me obsesionó desde el
comienzo de la película”.
“La película a partir de la mitad
hacia el final se va calentando, aparece el color rojo desde el momento en que
ellos empiezan a bailar, él enciende una luz más cálida, más íntima, y a partir
de eso hay un calentamiento en el color de la película que se va incrementando
hasta el clímax. Sin embargo, en todos los planos del laberinto hay una imagen
más bien fría, azul… Hay una especie de contradicción entre una secuencia y
otra para delimitar lo que es el laberinto, y para
aclarar un poco al
espectador lo que es el tiempo real…”
Luego, el equipo de
trabajo pasó a la filmación del apartamento, donde Raúl se planteó iluminar el
lugar con una determinada intensidad, para dejar la búsqueda del elemento
dramático durante la fase de posproducción: “Yo le propuse a Enrique hacer en
la habitación una iluminación más brillante, con el objetivo de que cuando
llegáramos a la etapa de corrección de luces, poner las cosas en su lugar,
oscurecer lo que hiciera falta y aclarar lo que hiciera falta también; pero
teniendo siempre una imagen de protección que nos permitiera movernos en ambos
lugares. Él no estuvo de acuerdo, me dijo que la atmósfera tenía que quedar
exactamente como quedaría al final, y llevamos la iluminación a ese punto
dramático que necesitaba la película”.
“Revisaba plano a
plano que se filmaba, aunque se hiciera más lento el proceso. Era necesario
porque si no se perdían cosas, y así fue marchando día a día la película…”
“Mi mayor miedo era
que fallara el elemento visual, porque entonces no se iban a ver las
actuaciones y eso era lo más importante; era necesario hacer un fuerte trabajo
de iluminación y de cámara”.
“Además, es una
película que se filmó en orden. En la medida en que el filme avanzaba nosotros
teníamos que avanzar también con la atmósfera que buscábamos en la
iluminación”.
“Como Director de
fotografía de esta película sufrí mucho -no por problemas personales con nadie,
al contrario todo el equipo se llevaba muy bien-, sino porque la trama de la
película me fue envolviendo. Es tan así que cuando llegó el momento climático
del asesinato de uno de los personajes, creo que esa noche no pude dormir”.
“Generalmente cuando
trabajo en una película tengo un nivel de distanciamiento muy grande con los
actores y con lo que está pasando, pero Verde
verde es
tan dura y tan compleja que casi me creía lo que estaba pasando en el set. Eso
es muy bueno por un lado, y muy malo por el otro; porque te crea un nivel de
angustia existencial que llega un momento en que tú estás haciendo la película,
pero no estás disfrutando de ella”.
“Es tan extraordinario el nivel
de los dos actores que te lo crees todo. Cuando nosotros regresábamos del
rodaje -que siempre era muy entrada la madrugada-, siempre los actores, Enrique
y yo íbamos juntos en el carro, y pasaba una cosa muy simpática: no hablábamos
una palabra. Todos estábamos en silencio, como si estuviéramos metidos en la
historia sin poder salir de ella; es decir, que cada paso que dábamos en la historia
nos estaba costando...
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