jueves, 27 de octubre de 2011

Pineda Barnet, más allá de un musical

28 de octubre de 2011, cumpleaños de Enrique Pineda Barnet // Foto Alain Lázaro Gutiérrez
Homenaje del Cine Cubano. Página Cubacine ICAIC 2011

El nombre Enrique Pineda Barnet se identifica al instante con el director de uno de los filmes preferidos por el público cubano. Y no podría ser de otro modo.

La Bella del Alhambra ha sido reconocida, además, por la crítica dentro y fuera de la isla. Este laureado filme está considerado entre los mejores largometrajes de ficción producidos por el ICAIC y el musical más logrado del cine cubano. Muy celebrados resultan la dirección de arte, el guión, las actuaciones, la dirección de fotografía y la música de su primer largometraje. No obstante, su tributo al arte y la cultura cubana va mucho más allá.

En el ámbito cinematográfico, durante los años sesenta dirigió la Enciclopedia Popular para el ICAIC y desde aquellos años resulta destacable su labor como guionista así como su incursión en el videoarte o su desarrollo como documentalista.

Aún así, la vida de Enrique Pineda Barnet -Premio Nacional de Cine 2006- trasciende los límites de esta manifestación artística y el cineasta se nos revela asimismo como pedagogo, dramaturgo, maestro voluntario, apasionado por la investigación histórica o publicista.

Enrique Pineda Barnet: “todavía espero la sorpresa”

Por Pedro Quiroga Jiménez

(Fragmentos)

(…)

Motivaciones al margen, el realizador de La bella del Alhambra -Premio Goya 1990 y nominada al Oscar en 1991- es un hombre extrovertido, dueño de una comicidad envidiable que imprime a su mordaz y elocuente verbo.

¿Qué enseñanzas y qué huellas le ha dejado el cine?

Enseñanzas miles, huellas también. Hay una etapa de mi vida muy marcada, cuando ejercí el magisterio en la Sierra Maestra, en la montaña. Lo había ejercido desde antes, pero lo desarrollé allí. Un documental de mi coterráneo José Massip, titulado El maestro del cilantro, recoge escenas de mi vida en la Sierra, con los niños que fueron mis alumnos, desde los que tenían cuatro años hasta los adultos.

De esos niños de entonces hay unos cuantos que, por determinadas vueltas del destino, viven ahora en la ciudad. Hay, por ejemplo, una maestra de profesión, cuyo hijo es actualmente el abogado que trabaja conmigo. Ese es un regalo de la vida. Esos niños de ayer son mis padrinos en la actualidad. Es un tesoro incalculable.

La vida te regala y te premia constantemente. No he sentido su castigo, a lo mejor es que me he portado bien. Nunca he experimentado ni odios ni rencores. Todavía espero la sorpresa.

Usted es un creador multifacético y se ha destacado también en la actuación teatral.

El teatro fue el origen y la inspiración. Siempre pensé que iba a ser un artista: un cantante, un bailarín, un actor, y terminé siendo director de cine. Me hice escritor y soñé que lo sería toda la vida, me gané un Premio Nacional de Literatura pero la vida me llevó al cine, fue la casualidad y no la causalidad.

Cuando tomé la decisión romántica de marchar como maestro de campesinos a la Sierra Maestra, no me había dado cuenta de que en mí existía esa vocación tan fuerte y la vida me jugó una treta difícil. Me designaron como administrador-interventor de ingenios, algo que no tenía nada que ver conmigo, no me gustaba. Por ese motivo, me trasladaron al cuerpo diplomático, que tampoco me gustaba, ni escogí. Por escapar de todo eso me fui adonde primero encontré sitio: pedí asilo en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos.

Alfredo Guevara, Julio García Espinosa y Héctor García Mesa me acogieron y me convertí en cineasta por casualidad.

¿Cómo interpretó el Premio Nacional de Cine?

Primero, como una paradoja, pues me parecía muy extraño que uno recibiera un premio de esa categoría tras 18 años sin poder hacer un largometraje en mi país. Significó y significa, no obstante, una idea de resurrección. Es muy curioso: resurrección ha sido la de mi primera película, Giselle(1963), devenida ahora un clásico.

Resurrección también es la de otro de mis títulos, Soy Cuba (1963), cuyo guión me provocó quebraderos de cabeza por todo lo que significa escribir para personas de otra cultura y una visión diferente de la vida. Fue un fracaso en el momento de su estreno, tanto aquí como en la otrora Unión Soviética. Al cabo de casi 50 años se ha convertido en un boom; es otra paradoja, otra resurrección.

Una resurrección es asimismo la del filme Mella, que había pasado sin penas ni glorias en 1975 y que en 2006 se difundió como si fuera una obra nueva. Lo mismo sucedió con David, en 1967. Este año me llamaron del Museo de Arte Moderno Reina Sofía, de Madrid, para decirme que mi corto Cosmorama (1964) estaba calificado como precursor de lo que actualmente se llama videoarte. Hay muchas resurrecciones, mayores y menores, pero me digo: ya tengo edad para morirme, ¿será que el Premio Nacional de Cine es el colofón de mi vida?

Arturo Infante, joven y talentoso realizador, hizo un corto y me llamó para que encarnara un pequeño personaje. Le dije: “lo hago siempre y cuando me permitas añadirle algo al anciano que interpreto, que tiene el pecho lleno de medallas y condecoraciones. Quiero quitarme las medallas frente a la cámara y echarlas en una gorra”.

He aprendido mucha analogía, me gusta jugar con la semiótica y las múltiples interpretaciones, y he tratado de impregnar ahora mi vida, lo mismo que a mi obra, la analogía y la paradoja.

La vida también lo llevó a ser jurado en el recién concluido Festival del Nuevo Cine Latinoamericano.

Es paradójico que al cabo de 18 años estuviera en el jurado de ficción, cuando no recibí el Coral por La Bella del Alhambra, en su momento. Lo que me divierte es la paradoja y la resurrección.

Tuve una enorme preocupación por ser justo, exacto, preciso. Ser justo es muy difícil; no es justo que uno diga que ha sido justo, porque no sé si lo he sido. No me gusta tomar decisiones a ciegas, no me gusta la fe ciega, ni la justicia ciega. Creo que hay que hacerlo de manera consciente y con todos los elementos posibles. Es una tarea difícil, nada cómoda.

Como bien ha dicho, se le considera precursor del videoarte…

Tres obras mías: Cosmorama, Juventud, rebeldía y revolución, y El ñame siguen durmiendo el sueño de los justos en los archivos del Instituto Cubano del Arte e Industria cinematográficos (ICAIC).

Con la primera traté de hacer un juego estético y poético, sin grandes pretensiones. Comenzó siendo una prueba de color de un nuevo celuloide que le mostraron al ICAIC, para una posible compra. Me dieron mil pies de película, fue un regalo para que yo hiciera lo que me viniera en ganas.

Me fui a casa del pintor Sandú Darié y empecé a fotografiar con Jorge Haydú -húngaro residente en la isla-. Así surgió Cosmorama.

Su presencia fue notable en el Festival de La Habana. Entre otras cosas, se exhibió el documental Una canción para Rachel.

Es un documental de Carlos Barba, un joven valor, muy interesante. Se trata de un homenaje a La bella del Alhambra con un making off de la película, un precioso trabajo en que logró entrevistar a varias personas. Empezó conmigo, con Verónica Lynn y el director de fotografía, Raúl Rodríguez. Pero se fue a buscar a Beatriz Valdés, a Caracas; a Isabel Moreno y a Jorge (Tuti) Abello, a Miami; a Gonzalo Romeo, a México; buscó momentos de la filmación, usó el trailler de la película, fragmentos de las canciones, escenas, en fin…

Me parece un documental muy emocionante, bello e inteligente.

¿Ha pensado que hará en los próximos cinco años?
Tengo pensadas varias películas, en este orden: Verde, verde; Nora@dirección equivocada; El beso que no te di; y Bolero rosa. También pienso terminar mi novela, que vengo armando hace años, es medio autobiográfica y se llama Se anda buscando a un hombre llamado Máximo. Si lo ve, pídale, por favor, no desaparecer. Ese es el titulito. Quien la lea tendrá que tener mucha paciencia y tenacidad, porque será muy larga.

Tomado de: Prensa Latina

La Anunciación: otro puente de Enrique Pineda Barnet

Por Mayra Cue Sierra

(Fragmentos)

(…)

Una de ellas fue, el viernes 27 de marzo del 2009 (…), la premier de La Anunciación, filme con el guión y dirección general del cineasta, literato, dramaturgo, guionista y director cinematográfico Enrique Pineda Barnet, orfebre talentoso y paciente de esa joya cinematográfica iberoamericana que es La bella del Alhambra, estrenada en 19891 y que resultó por obra y gracia del talento, la creatividad artística y la conjugación profesional, de excelencia en diversas artes, un hito ineludible del cine cubano y de la memoria colectiva del universo hispanoparlante.

En veinte años sin estrenar largometrajes en Cuba, Pineda Barnet renovó en tregua fecunda su vocación magisterial y creativa en disímiles empeños entre los que se destacan el proyecto ‘Arca, nariz y alambre’2, donde se nuclean muchos de sus exalumnos de la habanera Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños (EICTV). Es ese grupo quien deviene, junto al ICAIC, coproductor de La anunciación.

Esta premier fue una fiesta de la cultura y el amor (…). Aquí por no faltar, se recordó hasta a la mujer que inspiró a Pineda el personaje central de la historia, la abuela -interpretada en una clase magistral actoral por Verónica Lynn, Premio Nacional de Teatro 2003- lo que no impidió en flujo contrario, que los nietos de esa mujer de carne y hueso que ya pertenece a la posteridad, agradecieran y tributaran con flores al cineasta y a las protagonistas y que las ovaciones de los presentes fueran recurrentes en el salón, aún antes de ver el filme.

La anunciación según el Larrouse: “es acción y efecto de anunciar y fiesta con la que la Iglesia católica celebra la visita del arcángel Gabriel a la virgen María para anunciarle que será madre de Jesús” y esas dos acepciones se alternan como simbólicos anuncios y nacimiento latentes en el subtexto de todo el filme.

En el sentido estético, esta obra con madurez artística-creativa ya revelada por Pineda anteriormente, alcanza vuelos notables: impacta y sorprende plano tras plano por la excelente conjugación de las cámaras, la concepción fotográfica, la música, el resto de la banda sonora y los efectos especiales, en tanto que la interrelación de textos, discursos, códigos, semánticas y mensajes –sugeridos o expresos- provocan una ruptura marcada con la lentitud narrativa intencional que se acerca a la puesta teatral -pero que resulta imprescindible para aprehender el mundo interior de los personajes, sus sentimientos, emociones y anhelos en escenarios tan diversos y que, sin embargo, coinciden humanamente en la frustración de sus sueños-.

El filme evidencia también apego del cineasta a sus raíces a través del homenaje renovado y polifacéticas perspectivas nada convencionales (…) Sus recursos y códigos audiovisuales huyen de una estética anquilosada. Impone la juventud creativa de un Pineda Barnet que utiliza hábilmente las esencias históricas en función dramatúrgica; pero lo hace una vez más como un reto, como una provocación expresada en los infinitos contrapunteos dicotómicos de este hipertexto valiente, honesto que muestra a este creador como un juvenil artífice del audiovisual que no teme hacerse presente -en cuerpo, voz, ideas, vivo o difunto- en la trama de la ficción donde se sumerge a sí mismo, de diversas maneras, en especial en medio de una polisémica intertextualidad.

La anunciación es ante todo una obra de ideas que refleja desde diversas perspectivas, el complejo y maltratado fenómeno de la emigración producida en Cuba desde 1959 –aunque ya existía desde los siglos XIX y XX- pero esta vez sujeta a dramáticas situaciones límites y a incomunicaciones insólitas derivadas del prolongado diferendo entre Cuba y EE.UU. y del bloqueo imperial a nuestro archipiélago. Se muestran y se diseccionan dos miradas del mismo a partir de una célula familiar. El tema no es nuevo pero sí resulta altamente impactante porque revela dentro del tema amor/humanidad -nada beatífico por cierto- una realidad compleja en la que los personajes cometen aciertos y desaciertos. Se mueven en medio del trinomio pasado/presente/futuro, se aprecia el legado ejemplar del padre honrado recién fallecido, un hijo mayor carente de amor -hermético pero sensible-, a una abuela que por “amor” pretende separar al nieto de su padre a cualquier precio, incluso con la mentira irrespetuosa sobre el testamento del difunto y a un sinnúmero de ejemplos, incluida la soledad afectiva de la hermana “triunfadora” en el “más allá”.

Los códigos y peculiaridades del filme luchan por revelar el amor y el sentimiento en cada uno de estos símbolos de generaciones divididas por su lugar de residencia y en pasos minoritarios por otros ideales, pero unidas en la tradición, la memoria colectiva, las costumbres, las prácticas culturales, los escenarios cotidianos, los lazos de sangre, los sitios comunes de la niñez/juventud y el amor, demostrando que triunfa lo que nos une y no lo que nos aleja y que la necesidad del amor en los buenos y malos momentos de nuestras vidas implican el respeto mutuo de los criterios pese a las divergencias cuando no están en juego los principios. Entre otras dicotomías explicitas o sugeridas se evidencian los flujos humanos en ambos sentidos, rebasando al vecino norteño.

(…)

La esperanza por la sinceridad emocional lograda en los hermanos mayores parece truncarse con el nuevo intento de desarraigo que en otro momento histórico genera la abuela intentando repetir el ciclo del dolor, pero renace cuando el niño Cristóbal se rebela contra un montaje manipulador que lo aparta de lo que quiere y con la llegada de una joven –pudiera ser su madre- que sugiere al retorno al hijo abandonado en flujo contrario.

La anunciación no solo posee una concepción formal artística que merece estudiarse y una historia dramatúrgicamente coherente pese a su pluralidad de lecturas, niveles y dimensiones de análisis. Sobre todas las cosas es un mensaje de amor, de tolerancia y de respeto a los sentimientos y a las esencias del ser humano.

Si La Bella del Alambra devino puente a la memoria histórico cultural del teatro cubano y de una época, La anunciación tiende un puente a la memoria afectiva de la familia, a la cubanía y a la humanidad. El parlamento final del abuelo habla por sí solo: “Ámense unos a otros por encima de las diferencias, porque ese es nuestro único refugio”.

(…)

Notas:
1.- El primer film cubano que recibió el premio Goya otorgado por la cinematografía española.
2.- Proyecto Arca, Nariz y Alambre. Núcleo creativo de cortos y largometrajes cinematográficos, liderado por Pineda Barnet, que cuenta con un notable reservorio de proyectos.

Tomado de: Portal Cubarte, 5 de abril de 2009

Giselle en la historia del ballet y el cine en Cuba

Por José Manuel Valdés-Rodríguez

En ‘Tablas y Pantalla’, El Mundo, 12 de julio de 1964

La noche en que Alicia sustituyó a Alicia Markova, súbitamente, en la interpretación de Giselle, en la función del Ballet Theater, de New York, Cuba comenzó a formar parte del mundo del ballet. Ahora, cerca de veinte años después, el film cubano Giselle, centrado en Alicia Alonso, viene a marcar un momento importante en el desarrollo de la cinematografía de arte entre nosotros.

Sabemos que antes de aquella primera presencia de Alicia Alonso en la interpretación de un personaje que parece hecho a su medida, como bailarina y como actriz dramática, artistas cubanos, incluida la propia Alicia, habían actuado en el mundo del ballet. Alberto y Fernando Alonso ya habían trabajado con éxito en el Ballet Russe de Montecarlo y Alicia era ballerine distinguida en el Ballet Theater. Pero ni el público ni la crítica habían tenido ocasión de calibrarla como pudieron hacerlo en la noche memorable en que reemplazó a la Markova, en un personaje del cual ésta hacía una creación y en el que vino ella a fijar una nueva marca, por la maestría técnica, por la alada levedad, por el romántico acento dramático, que ha quedado en la historia de ese arte. El film cubano Giselle, dirigido por Enrique Pineda Barnet, con Alicia Alonso y el Ballet Nacional de Cuba, constituye un nuevo momento significante en la historia del ballet y Alicia Alonso y representa un tanto granadísimo en el desarrollo de la cinematografía entre nosotros.

El film Giselle está a la altura de las buenas películas del género y se lo ha de tomar como justa expresión filmográfica del ballet del cual es versión. La atmósfera lírica y romántica, con un poético acento fantasmagórico en la segunda jornada, es el merecimiento primero que se le ha de anotar a la obra de Pineda Barnet y sus colaboradores técnicos.

Enseguida se ha de reconocer el tino con que se apresa la expresión danzaría en sí misma, individual y colectivamente, en el orden plástico y en el dinámico, hasta entregarnos la acción coreográfica en toda la belleza de cada uno de los momentos de su desarrollo. Esto último tiene particular significación en el caso de Alicia Alonso, pues representa un documento fidelísimo de la técnica danzaría en sí y del acabado ensamble de cada uno de los factores expresivos desde la acción de los brazos y los hombros y el movimiento de las manos al juego de la fisonomía.

De esto último hay un ejemplo eminente en el gran close-up, rapidísimo, casi fulminante, del vibrátil perfil de Alicia insertado en un momento del pasaje d ela danza con Albretch en el bosque. A ese orden de excelencias de la fotografía y el montaje pertenece todo el pasaje de la danza de las willis encabezado por Alicia y por la Reina, Mirta Plá, encarecible bailarina. Es esa ocasión, asimismo, de valorar la calidad estimabilísima de Azary Plitzetski, bailarín con genuina fibra lírica y ponderable dominio técnico. Y se ha de sumar la armonía, estimabilísima también, del cuerpo de baile y de Josefina Méndez y su compañera, resaltante por virtud de la muy encomiable aptitud danzaria de ambas, apresada en la fotografía pulquérrima, con riqueza de ángulos y distancias de toma y concertada en el ritmo justo. El cuerpo de baile nos da un ejemplo de unidad, de euritmia, de romántico dejo, de empinado lirismo, de ensoñada prestancia.

El film Giselle viene a decirnos de una parte hasta dónde el Ballet Nacional es un organismo danzario de calidad, por la eminencia de Alicia Alonso, hoy en el ápice, y por la aptitud de las otras primeras figuras y la capacidad del conjunto. De la otra, expone esa cinta la eficacia de la cinematografía cubana en el film de arte, al expresar en términos específicos acabadísimos una manifestación estética con características plásticas y dinámicas complejas.

Por eso afirmamos que Giselle tiene peculiar significado en la historia del ballet y del cine en Cuba.

Tomado de: Ojeada al Cine Cubano. José Manuel Valdés-Rodríguez (2010) Noa Romero, Pedro R. (comp), Ediciones ICAIC, La Habana.


GISELLE (1964), de Enrique Pineda Barnet

En “Giselle entra en el cine”, revista Cine Cubano, No. 24-31.

“La película trata de fijar para el futuro la creación de Alicia Alonso y de su grupo en Giselle. Entiendo que para esto había tres posibilidades. La primera sería registrar simplemente todo lo que sucede en el escenario, manteniendo el punto de vista de un espectador ideal, situado en el mejor sitio de la sala. La segunda sería llevar a cabo una labor de interpretación, es decir: deformar el ballet, convertirlo en un hecho artístico nuevo. Y la tercera, que es la que hemos adoptado, la de tomar la puesta en escena de Giselle y buscar en ella una coherencia con el cine. Será una película sobre la puesta en escena del ballet, permitiéndose la creación dentro del tiempo y el espacio del ballet mismo. En la imagen buscaremos expresar el espíritu y la atmósfera poética, la idealización de la realidad, llevando a primer plano un romanticismo moderno, tratando de convertir el detalle sentimentaloide en gracilidad y frescura de una época”. (Enrique Pineda Barnet)

“Nosotros creemos que esta experiencia es importante porque nos permite crear el movimiento de la danza, ante los ojos del público, de otra manera que como se ve en el escenario. Esto nos ha planteado nuevos problemas. Vimos, por ejemplo, que teníamos que dar otro tiempo a los movimientos, porque al aparecer en la pantalla se veían exagerados. Hubo que atenuar mucho los gestos, porque la cámara es más analítica que la mirada del espectador que está en el patio de butacas. Afortunadamente, Pineda Barnet es muy talentoso, muy serio en su trabajo, y ha sabido resolver estas dificultades”. (Fernando Alonso)

“Tengo predilección por este ballet, pues representa un reto para todo ballerina. Hay que bailarlo con una técnica perfecta y difícil y al mismo tiempo sentir el drama. Es un ballet que ha llenado varia partes de mi vida. La primera vez que lo bailé fue cuando yo estaba en el American Ballet Theatre. La primera ballerina se había enfermado y hube de suplirla. Me vi obligada a bailar Giselle con sólo una semana de ensayo”.

“(…) es una experiencia nueva y emocionante, porque me ha hecho descubrir muchas cosas, más que sobre el cine, sobre el ballet mismo. Hemos tenido que volver a estudiar la obra, que profundizar en su tema, en sus personajes, en la forma. Y luego, la filmación es dura y laboriosa. Uno de los principales inconvenientes, que hemos tenido que superar a base de concentración, ha sido el carácter fragmentario del registro de la escena. En una función hay un desarrollo continuo, que permite el natural proceso de expresión de las pasiones. Aquí las interrupciones constantes lo sacan a uno del drama, y para la siguiente toma hay que volver a crearse el estado de ánimo que exigen la situación y el personaje. Pero vale la pena pasar estas dificultades, porque así quedará algo que alcanzará a muchos públicos, aún los más humildes, y que quedará para los bailarines y los artitas que vengan después de nosotros. El cine se presta mucho al ballet, porque los dos son artes de movimiento”. (Alicia Alonso)

Tomado de: Blog CINE CUBANO, la pupila insomne

Cosmorama: la arquitectura de una obra maestra

Cosmorama es considerado hoy el precursor del movimiento del videoarte contemporáneo y de vanguardia, aunque en su época no fue más que un ejercicio para Enrique Pineda Barnet
Por Eliecer Jiménez Almeida

El ambiente no tenía nada que ver con el videoarte; estábamos debajo de una mata de mango, hablando de un experimento visual y sonoro, de figuras en movimiento. La conversación saltaba de tema en tema y yo me adentraba poco a poco en el Cosmorama de Enrique Pineda Barnet. Él tomaba agua de coco, mientras perdía la mirada en la sabana, para buscar en su memoria el día que le tocó la puerta al pintor cubano-rumano Sandú Darié.

“Alfredo Guevara me llamó para decirme que tenía mil pies de película Orwo. Esa compañía había enviado unas muestras para que el ICAIC se entusiasmara y comprara. Alfredo me regaló la muestra para que filmara donde quisiera: en un atardecer, en el campo, en la playa..., donde quisiera”.

“¡Tenía mil pies de película! En aquel momento, para cualquiera, aquello era un tesoro. Llamé a Jorge Haydú, un camarógrafo de origen húngaro que vivía acá en Cuba; era un hombre experimentado, precursor del cine cubano, que había participado en El Mégano. Le dije que tenía aquella joya para experimentar”.

“También se me ocurrió ir por Sandú Darié, otro loco con muchas ideas, quien nos invitó a su casa. Enseguida nos abrió los brazos y nos enseñó todo lo que tenía de arte cinético: figuras abstractas pegadas a ventiladores, a platos de tocadiscos, a cualquier cosa que se moviera, y filmamos distintos fragmentos de todo aquello”.

Así comenzó a nacer Cosmorama, considerado hoy precursor del movimiento del videoarte contemporáneo y de vanguardia, aunque en su época no fue más que un ejercicio para Enrique Pineda Barnet.

¿Qué pasó después?

“Proyecté todo lo filmado. Tenía que armarlo de alguna manera. Decidí hacer un poema abstracto; lo escribí y junto con las imágenes se lo llevé a Roberto Bravo, un joven editor que trabajaba en el ICAIC. Le dije: Mira, Roberto, tengo estas imágenes y tengo este poema. Este poema es la estructura que yo quiero tener para estas imágenes”.

“Busqué música de Henry Scheafer y Bela Bartok, que acaban de hacer un experimento de música concreta y, para darle cubanía, Carlos Fariñas me escribió unas notas a su estilo. Sin descansar, me puse de acuerdo con Germinal Hernández –sonidista- y empezamos a buscar un archivo sonoro muy intenso: sonidos del río Sena, de calles de París, Roma; de distintos lugares del mundo, hasta terminar en La Habana. Le recalqué, sobre todo, que quería que predominara una atmósfera acuática porque veía que aquellas imágenes tenían que ver con mar, con puerto, y el poema estaba escrito a voces”.

“Y le pedí a Roberto Bravo hacer 14 bandas sonoras y él me respondió: Esto es una locura, porque 14 pistas sonoras nadie las va a oír. Sabía que era arriesgado y un poco loco, pero yo quería 14 pistas, incluyendo la música. A final quedó Cosmorama. Creo que gastamos unos 700 u 800 pies de película; no podíamos para más. Un trabajo de cinco minutos y así salió Cosmorama”.

¿Qué sucedió con el corto?

“Como fenómeno experimental, hicimos una copia y se la regalamos a Norman McLaren, el cineasta canadiense que era una figura de todo este cine de experimentación de la imagen. Él nos mandó una carta felicitándonos, decía que el material era muy hermoso. Pudimos lograr que se exhibiera en la Cinemateca, en El Capri y en La Rampa. Algunos cronistas escribieron acerca del suceso -más bien cronistas de arte que de cine-; y el ICAIC la guardó. Se guardó y desapareció, no se exhibió en ninguna parte. Estoy hablándote del año 1963”.

“Pasó el tiempo y las águilas que vuelan en una dirección y en otra, como decía Martí, hicieron que de repente recibiera una llamada de Madrid, del Museo Reina Sofía. Me preguntaron: ¿Usted es Enrique Pineda Barnet? ¿Usted hizo un corto de arte en 1963, llamado Cosmorama? Les respondí que sí, pero que no lo había visto más y no tenía ni idea de en qué condiciones estaba”.

“Ellos le hicieron la solicitud a la presidencia del ICAIC. Omar González autorizó al vicepresidente Pablo Pacheco, que manejaba entonces Patrimonio Cultural, y Pacheco dio la orden inmediatamente al archivo de que buscaran este material. Pedro Beltrán, uno de los trabajadores fundadores del archivo, me dijo: “Yo sé dónde está Cosmorama. Fue al archivo y buscó en una lata de película oxidada, y vino con la lata sin identificar, con una etiqueta rota. La abrió y dentro había un paquete de espaguetis, en cuyo interior estaba el máster de Cosmorama”.

“Mandaron el máster a España y Osbel Suárez, el curador del Museo limpió el material. No hubo que hacerle restauración, estaba intacto dentro del paquete de espaguetis. Lo exhibieron allá”.

“Los especialistas de arte determinaron que era un trabajo precursor del videoarte contemporáneo y le hicieron un stand dentro de la colección de cinéticos. Ahí está el corto Cosmorama, sobre el paquete de espaguetis, y se exhibe con carácter permanente”.

Entonces, es bueno el nylon de espaguetis...

“Uno nunca sabe para cuándo y para quién trabaja. La vida es así. Ahora la gente admira a Cosmorama, lo ven como vanguardia; él estuvo mil años escondido, silenciado, nadie se acordó de él. Son paradojas de la vida ¡Es bueno guardar películas en paquetes de espaguetis!”

Tomado de: Juventud Rebelde, 1 de diciembre de 2009

La Bella del Alhambra (1989), de Enrique Pineda Barnet

Por Juan Antonio García Borrero

(Fragmentos)

(…)

A propósito de ésta última, y aprovechando el festejo que organizaban en Cuba por sus veinte años de estrenada, escribí en el blog Cine cubano, la pupila insomne que hay películas que, como los buenos perfumes, disimulan sus historias secretas. Son abismos emotivos donde uno se sumerge a gusto y protege de la cotidiana devastación del tiempo. Esas películas se recuerdan no solo por lo que cuentan, sino por lo que inspira en nosotros su sola evocación. El placer de evocarlas se convierte en un raro estremecimiento al que nos gusta recurrir con demasiada frecuencia. La Bella del Alhambra tiene para mí esa impronta.

(…)

Creo que con La bella del Alhambra se alcanza en el cine cubano, por fin, conciencia de que no era con la descalificación gratuita del pasado que se podía conseguir exactamente ‘modernidad fílmica’. Y que Pineda Barnet defienda esa tesis en un año en que se le exigía al cine del ICAIC militancia crítica desde el presente que se vivía, era toda una audacia. Pues, ¿qué podían esperar de una cinta que se remite al defenestrado pasado republicano los que clamaban por la representación incómoda de lo que estaba aconteciendo entonces?

La bella del Alhambra se inspira en la conocida novela Canción de Rachel, de Miguel Barnet -la cual también ha conocido una versión italiana que lleva por título La rumbera-, pero su puesta en escena es rotundamente cinematográfica, no obstante el apabullante referente teatral que sustenta todo su drama.

(…)

La película de Pineda Barnet fue el puente que mejor logró franquear aquel descomunal muro invisible que se había edificado subrepticiamente entre el presente revolucionario y el pasado republicano. No es que con anterioridad no se hubiera aludido al espacio donde acontecen las peripecias de los protagonistas, pues allí están los testimonios registrados por Manuel Octavio Gómez en sus cálidos Cuentos del Alhambra (1963) (…), pero era la primera vez en que ese viaje al pasado prescindía del paternalismo que mira por encima del hombro esa etapa superada, y se mostraba a los personajes con sus alegrías y angustias, sus éxitos y sus fracasos, sus virtudes y sus miserias.

La historia de Rachel, corista que en La Habana de la década de los años veinte del siglo pasado pretende triunfar como vedette en el teatro Alhambra, podría recordar también a la de Fe -Rita Montaner-, la ingenua campesina que en El romance del palmar (1938), de Ramón Peón, emprendiera el viaje a la capital dispuesta a imponerse.

(…)

Pineda Barnet no se arredró ante el qué dirán los que aún viven del afán vanguardista, y en los mismos minutos introductorios del filme puso en labios de la protagonista un bocadillo que, a modo de cartas sobre la mesa, establecería de modo explícito las reglas del juego melodramático en que se iba a participar: “Yo no soy dramática”, escuchamos que dice en off la protagonista en esos minutos en que se inicia todo, y añade, “esas palabras no me las aplico nunca. Yo soy una melancólica triste. Cuando vine a ver estaba inoculada por el virus fatal del artista”.

Pero La bella del Alhambra es mucho más que una película sobre el artista, mirado como un ente que dentro de la sociedad goza de un relativo prestigio, o padece de una reputación romántica y/o fatal. Como personaje, Rachel desborda ese estereotipo que hasta ese momento se había mostrado en las pantallas cubanas. La verdad es que Beatriz Valdés le inyecta un humanismo inusual, y seguimos con interés su historia porque su periplo existencial en el fondo nos está revelando esas constantes que acosan al individuo en todas las épocas, en todas las latitudes. La historia de Rachel es demasiado familiar: es la historia de todos, luchando agónicamente en ese Teatro incesante, saturado de luces, sombras, laureles, fracasos, música y silencios recurrentes, que es el mundo.

Tomado de: Blog CINE CUBANO, la pupila insomne

Enrique Pineda Barnet recibe premio maestro de juventudes que otorga la AHS

“Este es el premio que más alegría me da, porque representa mi esencia de maestro, mi vocación auténtica y profunda”

Por: Ailyn Martín Pastrana

El destacado director de cine cubano Enrique Pineda Barnet recibió este martes 18 el premio Maestro de Juventudes, máximo reconocimiento que otorga la Asociación Hermanos Saíz (AHS).

En presencia del Ministro de Cultura, Abel Prieto; el Presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Miguel Barnet; el Presidente de la AHS, Luis Morlote; y destacadas figuras del arte cubano, el cineasta expresó: “este es el premio que más alegría me da, porque representa mi esencia de maestro, mi vocación autentica y profunda”.

A Enrique Pineda Barnet se le honra por haber reflejado en sus obras la identidad e idiosincrasia nacionales. Dentro de su filmografía destacan La bella de la Alhambra (1989), considerado el mejor filme musical hecho hasta el momento en nuestro país, y otros como Giselle (1963) y Mella (1975). En una entrevista anterior, a propósito de este premio, había confesado: “Luego de mi madre, de quien siento un gran orgullo, mi otra gran satisfacción es haber sido maestro”

Durante la premiación, que coincidió con el 25 aniversario de la AHS –organización a la que se dedica la presente Jornada por la Cultura Cubana-, fueron reconocidas destacadas personalidades del cine cubano como el reconocido director Julio García-Espinosa y el presidente del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, Omar González, por su apoyo a la organización durante años.

En la sede nacional de la AHS, la joven vanguardia artística otorgó también el premio Maestro de Juventudes a la compositora Marta Valdés, la maestra Ramona de Saá, la escritora Nersys Felipe, la trovadora Sara González, el artista de la plástica Alfredo Sosabravo, el filósofo Fernando Martínez Heredia, todos con una obra paradigmática para los cubanos.









2 comentarios:

Mario Crespo dijo...

Enrique, nuestro querido Enrique cumple años... Qué gusto vivir y disfrutar tu ejemplo de cineasta honesto y comprometido con su obra. Años más, años menos no importan para un hombre con la mente tan fresca y buscadora como la de un niño. Te queremos

Mario Crespo dijo...

Enrique, nuestro querido Enrique cumple años... Qué gusto vivir y disfrutar tu ejemplo de cineasta honesto y comprometido con su obra. Años más, años menos no importan para un hombre con la mente tan fresca y buscadora como la de un niño. Te queremos