viernes, 2 de febrero de 2018

ONCUBA: "CARLOS BARBA, ISABEL SANTOS, 25 HORAS..."


Isabel Santos, Carlos Barba Salva y Enrique Pineda Barnet en el estreno del corto 25 Horas en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. Foto: Ira Hidalgo
Por Eric Caraballoso -25 enero 2018

Una mujer regresa a Cuba luego de varios años de ausencia. Lo hace para cuidar a su padre, ya anciano y enfermo –quien tiene un propósito que ella desconoce–, y descubrir un país distinto del que partió.
Este es el argumento de 25 horas, filme dirigido por Carlos Barba Salva y único cortometraje cubano en concurso en el pasado Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Con este proyecto, Carlos –guantanamero enrumbado en Los Ángeles, California– debutó en el terreno de la ficción con el respaldo de experimentados como Isabel Santos y Enrique Pineda Barnet.
Sobre las motivaciones y derroteros de su película, el realizador conversó con OnCuba.
¿Qué te impulsó a filmar 25 horas?
Creo que tiene que ver con los deseos de contar una historia donde se mezclaran ambos mundos: el de la Isla y el de los cubanos de afuera. Siempre he pensado que la tierra que le da cobija a un inmigrante es también su patria y he observado a muchos cubanos regresar a la Isla con mucha alegría, pero a la vez extrañando a ese otro país donde fundaron familia, sueños, nuevas vidas. Me interesaba abordar esta arista.
Este es un tema que da para un largometraje pero lo que yo quería (y podía) era rodar un corto de ficción, intentar crear unos personajes complejos desde la sencillez misma de su accionar, con pocos diálogos e incorporando chispazos de cotidianidad en esos veinticuatro minutos de duración. Por eso tuve que escoger símbolos muy justos como la familia, los alimentos, el transporte público, la amistad, la salud y hasta el baile; y ubicar a los personajes en una situación límite y un momento histórico actual: un padre enfermo y una emigrada que extraña su apartamentico en Nueva York pero, ojo, que cuida a su padre.
Hasta ahora habías desarrollado tu obra en el género documental. ¿Por qué salir de esa zona de confort y tomar el camino de la ficción?
Me siento cómodo en el documental pero quería probarme en otras lides, desprenderme un poco de lo que ya había hecho y buscar otros lenguajes, aunque hacer un documental no deja de ser un susto porque entraña una reinterpretación de una figura, de un tema, de una realidad. Pero yo quería asustarme más. Además, ¿a qué cineasta no le atrae dirigir ficción?
El realizador de ficción es un poco mago: redacta un guion en la más absoluta soledad y, con suerte, poco tiempo después los actores asumen sus palabras, les da una casa donde vivir, una profesión, una vecina y un conflicto que defender o vivir. Te digo todo esto con la más absoluta certeza de que 25 horas me quedó con un aliento documental, debe ser que de las zonas de confort no se sale fácil. Cuando me pongo a observar a los personajes con detenimiento o cómo se me ocurrió agregar una secuencia al final después de haber pasado meses del rodaje, ahí está el hálito de documentalista que me persigue y del cual no es fácil desprenderse. ¿Cómo documentas la vida real cuando esa realidad parece ficción cada vez más?
¿Cómo fue el proceso de rodaje y postproducción; cuáles sus complejidades y satisfacciones?
Filmamos con cuatro actores, dos no-actores, un pequeño staff, todos maravillosos, una cámara y una luz. Pasamos un fin de semana encerrados unas cuantas horas el sábado, y otras tantas el domingo, que deben sumar veinticinco en total. Todo lo hicimos en El Vedado y alrededores y tuvimos solamente una localización en Jaimanitas. Le pedí al director de fotografía Carlos Rafael Solís lo que llamé una imagen intermedia, una grisura, un “no fulgor”, y creo que esto refuerza el sentido de la historia, un día en la vida de estos personajes. Hicimos nuestra propia geografía.
Luego en Los Ángeles, con Xperima Productions, terminamos la película. El diseño sonoro y mezcla se hizo en Churubusco, México y estoy muy contento con los compositores Markus Moser y Niuska Miniet que la coronaron con su música. Julioeloy Mesa, un diseñador ya clásico del cine cubano aportó su cartel con una bellísima interpretación gráfica.
¿Cómo fue dirigir a figuras como Isabel Santos y Pineda Barnet?
El día de la premier en el Festival de Cine de La Habana dije que había tenido la suerte de hacer esta película con mi familia, y es verdad. Tuve un dúo de protagónicos de excepción, Isabel Santos y Enrique Pineda Barnet, que son como mi madre y hermano mayor (a Enrique es muy difícil para mí llamarlo padre). Fue una suerte poder contar con ellos. Además, Enrique hacía tiempo que no actuaba y la química con Isabel fue inmediata.
Sin embargo, a pesar de ser figuras con una inmensa obra realizada y de existir una gran familiaridad entre nosotros, desde el día del primer llamado me encontré a dos artistas súper disciplinados, respetuosos, que me dejaron hacer y esperaron mis propuestas a medida que avanzábamos en la filmación. Todos sus consejos quedaron en nuestras conversaciones más íntimas, pero en el set estaban frente a su director, algo que les agradeceré siempre. Lo mismo puedo decir de los actores Alicia Bustamante, que hacía una telenovela en ese momento y en su horario de almuerzo me regaló su presencia, y Carlos Alberto Méndez, que interpreta al joven del papalote.
¿Cómo asumiste el abordaje del tema de la emigración y su tratamiento previo en el audiovisual cubano?
No tomé distancia. Admiro y aprecio las películas cubanas que he visto que abordan esa realidad. La emigración es el drama más sensible que nos ha tocado como nación, la fractura familiar, la lejanía, hasta llegar a las reunificaciones familiares ya sea de un lado o de otro, y me parece lógico que sea un tema recurrente. Sin embargo, me interesaba el personaje que regresa extrañado, que mira el entorno con lupa, que aunque “acepte” esa realidad, la ausculta, hace fotos, se esfuerza por insertarse y después elige regresar al lugar de adopción. Isabel dio muy bien esa complejidad ante las decisiones y el desencanto.
Una persona me dijo: “Las cosas del otro lado tampoco son color de rosa porque hasta el perro se le murió”, porque hay un momento en que la protagonista dice que la llamaron por teléfono para darle esa noticia. Me pareció lógica su interpretación porque no trato de edulcorar las cosas.
Los personajes viven el 17 de diciembre de 2014, la histórica fecha del anuncio del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Por eso también quise visualizar las opiniones divididas que surgieron después de esta noticia a través de las posiciones de Hilda y de su padre.
¿Cómo viviste el estreno del filme en La Habana durante el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano?
El festival y yo tenemos la misma edad, así que te imaginarás, fue un gran regalo estrenar el corto en La Habana. Pero sobre todo, agradecí la oportunidad de confrontarlo con el público cubano. Recuerdo el silencio y la atención del público en el cine Acapulco la primera noche, cómo la gente interactuaba con la película mucho respeto, con mucho apoyo.
Al final, del lobby a la acera fue muy emocionante, encontré colegas y actores de una generación que yo admiro y tuvieron palabras tan elogiosas. Y al otro día en el cine Yara, que tiene un público también muy sincero, muy dialogador, los espectadores recibieron el cortometraje de una manera muy linda. Como me gusta decir, entendieron el riesgo.
Háblame del recorrido internacional del corto hasta el momento y sus planes. ¿Se podrá ver en otro momento en Cuba?
El cortometraje estuvo en la selección oficial del Latin and Iberian Film Festival en Yale University, en Connecticut; allí fue su premier mundial. Este es un espacio que me interesa mucho, dirigido por Margherita Tortora, gran amante del cine cubano e iberoamericano y que brinda una oportunidad de privilegio a los cineastas. De New Haven me fui directo a estrenarlo en La Habana. Ahora hay conversaciones para exhibirlo otra vez en Cuba, en salas de cine o en la televisión, algo que espero pueda concretarse. Pero como todos los filmes, 25 horas tiene vida propia y también caminará solo.
¿Fue 25 horas el primer paso de un nuevo rumbo creativo en tu carrera?
Eso espero. Nunca he dejado de trabajar, pero es difícil conocer el próximo puerto seguro al que llegaré con mis proyectos, y no solo por el consabido lema de que “el cine es arte pero también industria”. Continúo trabajando con Enrique Pineda Barnet en un guion conjunto que titulamos “Mi Virgen de la Caridad”. Estoy escribiendo también una historia a petición de la gran actriz alemana Hanna Schygulla, que me tiene muy ilusionado, y tengo unas ideas que estoy desarrollando para dos cortometrajes. Sé que estoy tocado por la ficción.
***
Isabel Santos es la protagonista de 25 horas, la Hilda que vuelve a Cuba a cuidar a su padre. Con una carrera reconocida dentro y fuera de la Isla, no dudó, sin embargo, en responder al llamado de Carlos Barba.
La actriz narró a OnCuba cómo y por qué llegó al cortometraje.
¿Por qué apostar por un director sin experiencia en la ficción?
Vamos a comenzar haciendo un poquito de historia: un día, en el rodaje del filme Barrio Cuba, le comenté a Carlos Barba que algunos directores y periodistas se habían acercado a mí para hacerme un documental, un libro… donde contara cómo me hice actriz, y recuerdo que sentados los dos en una escalerita en el Salón Rosado de La Tropical, conversando entre plano y plano mientras sonaban en vivo Los Van Van, le pedí que fuera él quien contara mi historia. Creo que pasaron unos dos meses y como en un acto de magia ya estábamos Rafael Solís y yo en Santiago de Cuba rodando ese hermoso documental que es Mujer que espera.
Un año antes Carlos me había hecho una extensa entrevista para una revista. Tocó a mi puerta recomendado por nuestro amigo en común Humberto Solás, quien me dijo: “Atiéndelo, ese muchacho tiene gran talento”. Han pasado años y aquel muchacho pasó de amigo a integrar mi corta familia, mira tú si lo conozco y quiero.
Yo no hago películas mirando el currículo de un director, las hago porque la historia me tiene que interesar y por el talento que vea en la persona que tenga delante. Eso lo sé captar desde que me siento en la sala de mi casa y leo el guion que me proponen. En el caso de 25 Horas, vi nacer ese proyecto.
¿Cómo fue el proceso de construcción del personaje?
Escuché a Carlos en todo momento, me dejé dirigir. Él puede pedirte cosas como: “ponte estos aretes” hasta: “quiero que salgas o te muevas de esta manera y no de otra”, pues conoce mucho mis películas; como director sabe lo que no quiere y lo que quiere lo tiene clarísimo.
Creo que todos somos un poco ese personaje y construí a Hilda a partir de esa verdad. En un país como Cuba en el que nos convertimos en los padres de nuestros padres, un país que envejece rápidamente, todos somos cuidadores, acompañantes de nuestros seres queridos. Siempre digo que 25 Horas es de esas carreras que haces con el placer de que al final un joven sonriente te mira frente a su primera toma de ficción, sabiendo que venía de liebre a tu lado para que lo dieras todo en una sola vuelta a la pista.
Siendo una actriz reconocida y querida en Cuba, ¿cómo experimentó la recepción por el público en el Festival de La Habana?
El día de la premier tenía primero este corto y después venía otra película mía, Los buenos demonios, de Gerardo Chijona. El final de 25 Horas es muy especial y mira, lloré cuando subieron los créditos. Siempre me emociono mucho cuando al fin se estrenan mis películas, pero también me emocioné por la acogida tan linda que le dio el público. El cine estaba repleto y el aplauso fue grande. Yo sé cuando las cosas gustan y esa noche sentarme pude en la terraza de mi casa y decirle: “Carlos, participar en el Festival de La Habana y tener esos aplausos es el mayor premio”.
Por eso podrá contar siempre conmigo, con mi complicidad, con mi apoyo. Siempre que tenga un personaje para mí, el que sea, ahí estaré.

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